Cada año que transcurre y Canarias intenta "vender" o "posicionar", de feria en feria (Madrid, Londres, Berlín o Moscú), su imagen turística, surge el conflicto y/o la polémica: no aprendemos absolutamente nada de las ediciones anteriores; es más, cada año surge una disputa nueva que termina desdibujando el "destino Canarias" como un todo que acude, o debería acudir a dichas ferias de turismo con un planteamiento uniforme, con un concepto de la imagen de Canarias que no sea distorsionado por pequeñas mezquindades políticas que tan solo buscan réditos personales.

El pabellón de Canarias, como el de otras comunidades autónomas que en Fitur se presentan agrupados bajo una misma imagen corporativa (tal y como sucede con el pabellón de Andalucía), debería aglutinar a cada una de las islas que conforman el Archipiélago, vendiendo una marca única y común, porque no se debe olvidar que el turista, en general, cuando decide viajar lo hace a Canarias, y, en todo caso, a una isla determinada y, ahondando un poco más, a un lugar concreto de dicha isla, que puede ser el sur o el norte, no más. Un noruego o un inglés o un alemán, por citar algunas nacionalidades, cuando acude a su agencia de viajes no dice: quiero viajar a Adeje, o mejor a Arona; no, no, mejor a Mogán o tal vez a San Bartolomé de Tirajana, que me suena más.

El hecho de que algunos de esos municipios hayan querido "destacar" e ir por su cuenta para "diferenciar" su producto y "venderlo" al margen del "destino Canarias" es no solo un error, sino que sus argumentos para reivindicar un mayor protagonismo es, además de ridículo, impresentable: de hecho, en la misma feria de Madrid algunos expertos en la materia no se explican cómo algunos alcaldes, sobre todo los de Arona y Adeje, que son dos municipios que la mayoría de los que viven o residen en ellos no saben ni siquiera dónde comienza y/o dónde acaba cada uno -no digamos ya los turistas-, quieran hacernos creer que se puede diferenciar su gastronomía (?) o su cultura (?) o sus playas, del resto de los municipios de la isla de Tenerife o incluso de Canarias.

Es menester, pues, poder volver a la racionalidad y poner las cosas claras: las administraciones, que entre otras cosas son responsables de la gestión y promoción de la oferta turística de sus respectivos territorios, deberían tomar conciencia de la importancia que tiene la actividad turística para sus respectivas economías, pero que crece, en buena medida, gracias a la innovación y a la inversión de la iniciativa privada. Y, por consiguiente, lo ideal para un futuro más equilibrado y prometedor, donde se debería tomar mucho más en serio la promoción turística, sería la colaboración más estrecha entre las administraciones públicas y las empresas privadas.

Y los protagonismos localistas y los egos desmedidos dejarlos para el teatro, porque en las ferias de turismo deberían tener más importancia los agentes y técnicos turísticos, y mucho menos los políticos. Porque una cosa es que tenga que haber una presentación institucional y que los pabellones tengan la presencia y ornamentación más práctica y efectista que se pueda y otra muy distinta que dicha representación la tengan que encarnar toda clase de políticos a cargo del presupuesto: presidentes de gobierno, de diputaciones y/o cabildos, diputados, senadores, directores generales, alcaldes, concejales?; tantos que cuando se hacen una foto no caben en el marco.

Las ferias de turismo no pueden convertirse en una excusa para el navajeo entre partidos y/o para que los políticos de turno viajen a costa del presupuesto, ya que muchas veces se convierte en un gasto innecesario y superfluo, sobre todo en estos tiempos que corren de recortes y trabas económicas.

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