Debo reconocer que el pasado fin de semana hacía un tiempo espléndido para trepar hasta el techo de la Isla. Aunque iba como siempre, prevenido ante las inesperadas sorpresas de las grandes guaguas de turismo, circulando en dirección contraria a la mía con el consiguiente peligro de colisión, por la estrechez de las curvas del trazado, debo reconocer que, salvo un respetuoso cruce con una de ellas, las demás brillaron por su ausencia o estaban aparcadas en los alrededores del viejo Parador. Sin embargo, tengo que decirlo, tuve que accionar varias veces los frenos justo en la zona comprendida entre el citado vetusto hotel y la zona de los roques de García, anexa al mirador sobre el llano de Ucanca. La causa es simple: el afán entusiasta del visitante lo convierte en un imprudente que cruza la vía pendiente de su máquina fotográfica o del enfoque de rigor para inmortalizar el momento, y como no existe ni un mínimo paso de cebra pintado en la vía, las evoluciones de los recién llegados suelen convertirse en peligrosas por su distraída vehemencia. Imagino que no resultaría muy oneroso ejecutar alguna medida de señalización o advertencia para la seguridad del viandante, que quiere llevarse un recuerdo de su visita a toda costa.

Curiosamente, ante la ausencia de vigilancia de tránsito, unos kilómetros más allá, justo en el cruce de entrada a la carretera de Boca Tauce, un inesperado control de tráfico ponía en jaque a todos los conductores que por allí circulábamos, de camino al desvío citado en dirección a Chío. Es por ello que no se justifica la ausencia de medios policiales en la zona principal y más concurrida frente al Parador, que sin embargo sí lo están de forma testimonial y poco práctica en el tramo siguiente hacia Vilaflor o Chío. A mi modesto juicio, esta omisión quizás se deba a una errónea planificación de los medios coercitivos, que tienen también la obligación de vigilar las acciones de los amigos de lo ajeno que se dedican a desvalijar los vehículos de los turistas, aprovechando algún momento de descuido.

En cuanto al estado de la rodadura de asfalto, se aprecian mejoras en el firme, que comienzan desde la zona de Aguamansa, en donde hay situadas algunas máquinas de la contrata adjudicada para este menester, viéndose por ello las citadas mejoras conforme se va llegando al Portillo, cita obligada de la horda de moteros, junto con algunas obras de pavimentación al inicio de alguna de las pistas forestales principales. Todo ello, sin lugar a duda, va a contribuir a la mejora de nuestra joya paisajista más visitada, Patrimonio de la Humanidad.

Pero no acaban aquí las observaciones del citado trayecto panorámico, pues en un santiamén y justo por el desvío que conduce a la zona del Chinyero y desemboca finalmente en Chío, el enlace con el tramo del anillo insular está casi a mano de inmediato. De modo que si se toma el desvío señalizado, entramos en la cara norte de la Isla de forma cómoda y sin riesgo. Una ventaja que nos dice mucho a favor del empeño de nuestro Cabildo y su presidente, Carlos Alonso, de concluir los enlaces que circunvalan el perímetro tinerfeño y conectan con los pueblos principales para ser visitados. Una opción que sería un complemento añadido a la mera visita al Parque Nacional, puesto que muchos de estos municipios conservan lugares destacados donde la viticultura, la gastronomía y la misma cultura cívico-religiosa ofrecen numerosas alternativas de ilustración al recién llegado de la gélida Europa.

Contando, pues, con la difusión mayoritaria de EL DÍA, me he permitido argumentar algunas observaciones que redundarían en la indiscutible mejora de nuestro entorno, porque la singularidad de nuestro clima constituye el rival más duro de abatir por quienes luchan por ofertar también sus excelencias. Y una prueba de ello es siempre el resultado óptimo que Tenerife se trae consigo de la cita anual con la Fitur, en donde sugerimos algunas mejoras para nuestro entorno físico y social, en un clima al que hay que incrementar el valor añadido de nuestro Carnaval, cada día con más difusión a nivel mundial. Queda expresado.

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