En el teatro todo es sueño. El tiempo transcurre de la forma que el protagonista quiera. Es la magia de las tablas, que hace realidad aquello que en la vida real supondría un imposible con solo subir el telón.

Las mejores representaciones escénicas distan poco del día a día en una sociedad como la canaria, que esconde una dimensión que muchos no quieren ver. Podría ser la linda locura de un cuerdo escuchar a los gobernantes de un territorio que no ha salido de la crisis económica poner de manifiesto con verbo directo que vivimos en una región que ocupa los primeros puestos de pobreza. Sin embargo, seguir incidiendo en una cuestión tan recurrente como la manifestada no minimizará las consecuencias de una coyuntura poco propicia para experimentos con gaseosa.

Ligado a un género literario tan mágico como el teatro, toca preguntarse quién anima a la lectura en una tierra donde el absentismo escolar copa porcentajes importantes a escala nacional. Si me permiten el oxímoron, no hay mejor arma para la paz ni mayor expresión de libertad que los libros, teniendo su máxima expresión en las letras como fuente de crítica. La lectura es capaz de poner de acuerdo al no y al sí, y de firmar la paz entre las subordinadas sustantivas y las adjetivas. Temor de gobiernos y aire fresco entre los subversivos, los libros plantean a los timoneles de lo público el reto de "no dejarse engañar".

Abrimos la primera hoja del libro de las reivindicaciones en Canarias y nos encontramos con un verso bananero: Canarias es la segunda comunidad española, tras Extremadura, con menos porcentaje de población que lee libros en su tiempo libre, y también es una de las regiones en la que este hábito parece en retroceso, según datos de la Federación de Gremios de Editores de España.

Seguimos pasando hojas a la espera de encontrar letras que nos reciten que el Gobierno de Canarias y las administraciones están sumando esfuerzos para priorizar el fomento de la lectura: no, no es prioritario; que no te engañen, enseñar a ser crítico a través de la sabiduría de los libros no da votos. "Más del 43 % de los canarios mayores de 14 años reconoce que nunca ha leído un libro por gusto", cita el estudio publicado a principios de este año: en las vallas publicitarias nunca veras ilustrado que "leer es saludable" o "lee, que no te manejen".

Lo dije una vez en un artículo de opinión para realzar la importancia de los libros como beneficio para la salud. Su uso continuado provoca dependencia, una extraña sensación de empatía y conocimiento en niños, mujeres y hombres de todas las edades. Si su uso no obtiene los resultados esperados, es conveniente leer nuevamente las indicaciones. La receta se puede emitir en cualquier establecimiento autorizado para la cultura, sin necesidad de parámetros que midan la clase social, la religión o el sexo. Se trata de la verdadera medicina para el avance y progreso de una sociedad, la forma más altruista de convertir al hombre en un ser libre: los libros.

Se carece de un compromiso férreo y contundente del Gobierno de Canarias en pro de la cultura del libro, de la puesta en marcha de campañas de concienciación sobre la necesidad de leer, de entender el entorno y sus agentes y, sobre todo, de convertir a las bibliotecas en centros de aprendizaje e intercambio de ideas dejando de lado la concepción de estos "espacios de sabiduría" como planchas de hormigón para que los universitarios estudien. Algo se ha hecho, destacando, entre otras iniciativas, el Programa Insular de Animación a la Lectura de Tenerife (Pialte) 2017-2018 del Cabildo o la interesante campaña de Bookcrossing. Pero falta más, mucho más. ¿Se han preguntado cuántos consejeros acertarían de corrido a nombrar cuatro obras de Galdós o Tomás Morales?

@luisfeblesc