No sé bien cuántas veces he criticado, con mesura, a las personas que hablan en plan doctoral de asuntos que ignoran de forma supina. No hay más que ver alguno de esos horribles programas que nos ofrecen nuestras televisiones para convencerse de lo que digo, porque esas personas no se limitan a expresar sus opiniones -muy respetadas, por supuesto- sobre los asuntos que tratan, sino que parecen más bien sentencias que prevalecen sobre las de los demás. Hablan, afortunadamente no siempre, como si estuviesen en posesión de la verdad y no quisieran tener en cuenta lo que dicen los eruditos, los que han estudiado y tienen una carrera que avala sus criterios. No, señor, de ninguna manera, aquí el sargento sabe más que el general, por lo que resulta lamentable que un "ignorante" quiera enmendarle la plana a un profesional. Es preciso, en consecuencia, estudiar bien un asunto antes de discutirlo con quien lo domina.

Teniendo en cuenta lo anterior durante los años que llevo colaborando en EL DÍA he defendido en muchas ocasiones este criterio, y cuando he tenido la necesidad de "mojarme" en cuestiones importantes -no solo para la isla o el archipiélago, sino para el país- he procurado hacerlo con la "mesura" que antes indicaba con la idea de no herir susceptibilidades; en definitiva, para que nadie me diga: zapatero, a tus zapatos. Intento evitar esas ocasiones en las que uno preferiría quedar al margen, fiel a mis principios, pero también resulta claro que si pretendo ser "comentarista" no puedo privar a mis lectores -uno o mil- de que conozcan mi opinión sobre algo que los medios de comunicación tratan con cierta frecuencia; tras lo cual -¡ya era hora!- llego al quid de la cuestión: ¿resulta lógico que los organismos oficiales gasten tanto dinero en fomentar el turismo?

La polémica nace -aunque ya venía cociéndose desde hace unos años- tras la actitud de algunos municipios de las Islas al unirse para acudir a Fitur, "desgajándose" de la promoción que realizan los cabildos y el Gobierno autónomo. Alegan como razones la importancia de sus enclaves turísticos, el número de visitantes que reciben, la variedad de ofertas que ponen a su disposición, la bondad de su clima -más sol-, la cercanía a los aeropuertos, etc. Refrendando esta postura, estando más o menos de acuerdo con ella, jugando con el absurdo, muchos responden que sí, que está bien, que se ocupen ellos de la captación del turismo, lo cual vendría de maravilla al Tesoro, pues podría destinar las ingentes cantidades de dinero que ahora dedica a esos fines a mejorar la atención de los desamparados, la sanidad, la educación, el medio ambiente, etc., y ahí se produce el "choque de trenes", pues los "desgajados" alegan que lo suyo es un complemento y que los organismos deben continuar con las promociones (entiéndase viajes, saraos, hoteles, cócteles...).

¿Quién tiene razón? Hay una realidad que todos palpamos a diario: el sector turístico es en la actualidad el que mueve la economía de las Islas. No solo los hoteleros, como dicen algunos, se benefician de esta situación, pues también están ligados a ella la restauración, el transporte, la actividad de nuestros puertos, etc.; no se pueden desligar unos de otros. Pero tampoco parece normal que los ayuntamientos en cuestión, de las asignaciones que reciben del Gobierno para el bienestar de sus municipios, empleen parte de ellas en otros fines que aquel tiene ya asumidas. Sería preciso, en consecuencia, un diálogo de las partes para llegar a un acuerdo en cuanto al gasto. ¿Está bien que el Sur reclame la terminación del hospital y luego gaste en otras actividades un dinero que podría ayudar a su definitiva inauguración?