Mac Luhan es uno de los fundadores de los estudios sobre los "medios" y ha pasado a la posteridad como uno de los grandes visionarios de la presente y futura "sociedad de la información", acuñando el término de "aldea global" para describir la interconexión humana a escala global generada por esos medios electrónicos, enmarcada en su frase "el medio es el mensaje".

Los hombres estaban en una situación de desconocimiento total entre unos y otros, los de Madagascar y los del Perú, por ejemplo, apenas si tenían información de sus comportamientos, de su vida, de su cultura que estaba desarrollada solo por las universidades y escritores casi en recintos cerrados.

La especie humana tardó en la búsqueda de su diferencia siglos, lo cual nos indica que su aparición fue lenta y de expansión limitada, según los estudios antropológicos realizados a tal fin, concretamente los de Levi-Strauss. Las sociedades vivían en una especie de mundo que caía en el vacío y no se creaban ningún tipo de pertenencia a un grupo u otro.

Y así años y años hasta que la filosofía, escarbando en un nihilismo preocupante y en el rechazo de una evidencia cuestionada que fue expandiéndose continente tras continente por los contactos, por la navegación y por el trasiego de pasajeros de un lugar a otro, inició un nuevo espacio: el de la convivencia.

La humanidad fue teniendo conocimiento sobre sí misma hasta llegar al gran teatro del mundo calderoniano, donde las redes y los flujos de información están edificando una sociedad diferente, pero a la vez asomada a la gran falacia de lo social para convertirse en antisocial.

La euforia comunicacional y los viejos demonios que acechan para desvirtuar la conducta del género humano haciéndolos maniobreros de espectáculos bochornosos que suben a las redes como si fueran los reyes del mando o como héroes de la guerra de Troya nos están convenciendo de que estamos en ello, en una perversa utilización de las redes sociales conduciéndolas al camino de lo antisocial.

No se ve que ese nuevo dispositivo social signifique un acontecimiento que sacuda a la humanidad de viejos silencios; todo lo contrario, el exceso de comunicación, el derrame incontrolado de imágenes, unas aceptables y otras definitorias del desarraigo individual han supuesto que se continúe en el espacio del resentimiento.

El hombre moderno cree, y lo asume, que todo está permitido y que se tiene un poder de seducción ilimitado alentado y trasmitiendo desde posiciones corporales irrisorias y peligrosas hasta el despliegue de renglones que creen que son fragmentos literarios de alta relevancia cuando apenas despegan del suelo de una indigencia intelectual más que preocupante.

El mal uso de los dispositivos tecnológicos construye el gran silencio que nos puede hacer decir, emulando a Nietzsche: "El desierto crece".