Es filósofa, discípula de Derrida, doctora en arquitectura por Princeton, animadora del grupo feminista Queer y transexual. La vi en televisión y quedé fascinado. Compré el libro del momento, que regalé a mi amigo (fallecido) el escritor Ernesto Delgado Baudet, interesado en el asunto: la bioética.

Se llamaba Beatriz Preciado, pero ahora he visto en Internet que es Paul B. Preciado. Nacida mujer en Burgos, es evidente que el género femenino le quedaba corto, pero también el masculino, de forma que navegaba de uno a otro a base de testosterona y farmacopea. El libro que compré era impactante por la absoluta autodeterminación a la hora de soslayar la naturaleza, que con ella había sido muy caprichosa.

Desde hace mucho soy totalmente refractario a los activistas y sus movimientos sociales, que subliman sus obsesiones particulares en la "gran causa del mundo" (y ellos sus apóstoles). Esos monismos, como llamaba Isaiah Berlin, de lentes focalizadas, rezos monocordes, unilateralidad militante, dan cobijo a miradas llameantes pero nada interesantes, y aburrida recitación.

Hasta hace poco no sabía de Judith Butler, la gran referencia del nuevo feminismo de género. Como era previsible, la colonización posestructuralista de España vuelve a proceder de los campus norteamericanos, y los ya libros sagrados sobre "estudios culturales", "poscoloniales" y de "género".

A la naturaleza siempre se ha intentado domeñarla: Platón, idealistas, románticos incluso..., casi todo el mundo. Pero no con el cuajo del feminismo; en esta guerra entró Simone de Beauvoir con aquel apotegma absurdo de "la mujer no nace, se hace". El delirio ególatra se desgarra en última instancia como condición agónica de especie. De la naturaleza proceden todas nuestras limitaciones. Es la negación eterna; Prometeo se rebeló. Butler ha seguido por ahí. Ahora resulta que la mujer no es deudora de la naturaleza, sino tan solo de la cultura: el heteropatriarcado ha construido el discurso de género. Una guerra contra la naturaleza, pero el sexo lo es, por lo que había que eliminarlo, y dejarlo en constructo fálico, convención, discurso cultural de opresión.

La naturaleza puede ser cruel, tiene quiebros por los que en cuerpos de un sexo mete el sentimiento de identidad del otro (también biología). De ahí se puede salir con la doble negación: queda pensado.

El feminismo como ideología siempre será testimonial, dado el papel protagónico de las mujeres. Pero Butler ha entendido más cosas, sabe que la apuesta de género es finalmente la de la plena subjetividad y elusión de la identidad: lo de Paul B. Preciado.