La reciente celebración en Multicines Tenerife de 30 años de la considerada primera película canaria, "Guarapo", nombre del elixir de la palmera gomera, fue un acto emotivo, con la presencia, entre otros, de los hermanos Ríos, Teodoro y Santiago, directores, y Roberto, fotógrafo, por el recuerdo de tantas personas que participaron en el rodaje, algunas ya fallecidas, que gracias a "Guarapo" permanecerán vivas en el transcurrir de los tiempos. Rodada íntegramente entre Tenerife y La Gomera durante 1988, con música de Juan José Falcón Sanabria, y estrenada el 19 de mayo de 1989, refleja en toda su crudeza una época de privilegio para quienes abrazaron el golpe de Estado contra la II República, y de sometimiento y dolor entre quienes no veían con buenos ojos la dictadura, teniendo que recurrir en muchos casos a la emigración clandestina a Venezuela para huir del caciquismo y avasallamiento.

Todo un drama que comienza con una escena estremecedora en 1936, recién comenzada la Guerra Civil, en que en un ajuste de cuentas oímos los lamentos desesperados de dos gomeros, que tras ser introducidos violentamente dentro de unos sacos cerrados en una lancha, maniatados y sin posibilidad de defenderse, son arrojados al mar por órdenes del cacique don Ventura, visualizándose perfectamente los movimientos y esfuerzos de los infortunados por zafarse mientras se precipitaban vivos hacia el fondo del mar, una práctica que desgraciadamente ocurrió en nuestras islas entonces tan desafortunadas.

La película nos traslada luego a 1947 y a la abrupta orografía gomera con los sonidos de chácaras, tambores y los silbos de los vecinos comunicándose noticias y advertencias entre ellos, ante la impotencia y enfado de una pareja de guardias civiles, que no acertaban a entender aquel misterioso lenguaje, lo que les dificultaba cumplir las órdenes de sus superiores de vigilancia y control. El ambiente caciquil de los dueños de empresas del cultivo del plátano lo representa don Luis, con la mirada hacia otro lado del cura párroco y el sargento de la Guardia Civil, mientras un joven jornalero sin recursos, Benito (Luis Suárez, actor canario), conocido por Guarapo, ansioso de libertad, se propone emigrar a América, como tantos canarios, casándose antes con la bella Amparito (Patricia Adriana), trabajadora de un empaquetado de plátanos de don Luis, con la intención del reclamo posterior para labrarse juntos un mejor futuro.

Benito no disponía de recursos suficientes, por lo que requirió ayuda para una práctica arriesgada y prohibida por el gobierno, que encargó a la Guardia Civil la penosa vigilancia de impedir la emigración clandestina, cuando, paradójicamente, los guardias civiles y sus familias vivían la misma pobreza y dictadura, tanto que cuando un asustadizo guardia civil peninsular que llevaba mucho tiempo sin salir de la isla pidió permiso al sargento para visitar a su familia, el sargento se opuso recriminándole su falta de patriotismo y sacrificio por la patria.

A doña Elvira, la madre de Amparito, la presencia de un pracan en la pared del comedor la alarma porque algo trágico va a suceder, recurriendo a rezos y plegarias para implorar que nada le ocurra a Benito. En la boda con fiesta y comida, que paga don Luis, aparece de improviso el sargento, y brazo en alto con un potente "¡arriba España!", se pone a la orden del padrino y desea felicidad a la pareja, tras lo que don Luis inicia el primer baile con la asustada esposa, que se siente abrazada y besuqueada públicamente por el cacique sin oponer resistencia, ante la presencia atónita y contenida del esposo y familia, y los gestos cómplices de otros, lo que en La Gomera se conocía por derecho de pernada (derecho de la primera noche), posesión íntima tras la boda en primer lugar por el padrino antes que el recién marido, escena que se resuelve gracias a un oportuno chaparrón.

En la película se suceden escenas de violencia brutal, detención de Benito y por fin su marcha muy arriesgada navegando hasta Venezuela, país hermano que acogió a muchos canarios que huyeron primero de la dictadura y del hambre. Hoy, salvando las distancias y el tiempo, sucede al revés, y más de dos millones de venezolanos han emigrado por motivos parecidos en los últimos 18 años a Estados Unidos, España, Colombia y México, también a Canarias, donde resulta familiar oír el acento venezolano.

*Médico cirujano. Exsenador. Miembro de la Dirección Regional del PSOE Canarias

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