No me refiero a la soledad plena de lirismos románticos ni a las endechas donde el dolor y el amor se convierten en fuentes de inspiración para filósofos y poetas. Me refiero a la soledad de miles de personas que la sufren secuestradas de su entorno familiar al ser dirigidos a esos aparcamientos, llámense casas de acogida, residencias de la tercera edad (o como ustedes prefieran) donde esta soledad se convierte en una patología encuadrada en situaciones en que las dolencias y carencias físicas se entremezclan con las sociales, y donde unas condicionan a las otras, y viceversa.

Problema este que deberán afrontar los gobiernos civilizados del mundo para dar solución a aquellos que por su derrumbe biológico tendrán que aposentarse en la antesala de una vida diferente donde las capacidades se desmoronan paulatinamente y solo vivirán los recuerdos, si es que su memoria aún no está deteriorada.

Mientras esto acontece se continúa con el empeño en procurar más establecimientos en la misma línea que los actuales donde se comprueba que no ayudan a que esa patología de la soledad como cualquier otra patología sea erradicada, por lo que habrá que procurar tratamientos diferentes dirigidos al bienestar a los que por correspondencia solidaria se les deba facilitar.

Países como Dinamarca y Canadá ya tienen ministerios que se ocupan exclusivamente de los problemas de la senectud; pronto el Reino Unido tendrá su ministerio de la Soledad y Berlusconi ha prometido crear el suyo si vuelve a gobernar.

Aunque lo mas natural e idóneo es fomentar la "acogida familiar" y sea en el entorno de la familia donde se proteja y dé calor a aquellos que dieron todo por los que hoy se liberan de la carga de sus progenitores que por un sinfín de motivos pueden ser razonables pero no deseables..

Se podrá decir que para las familias que trabajan es imposible soportar esa situación, pero si lo que se gastan en esos establecimientos donde se sitúan aquellos que contemplan como su vida languidece, ese dinero, esa pensión sumada a la ayuda que pudiera contribuir los gobiernos se dirigiera a estimular y favorecer un cuadro de trabajadores, de "cuidadores" a domicilio, sería una de las soluciones, no solo satisfactoria, sino que, además, resultaría más económica.

Las cifras dedicadas a la dependencia se dispararán cada vez más y no llegarán en el tiempo deseable, y en esos habitáculos donde se acogen a los mayores, a muchos no les reportará satisfacción alguna porque, aun conservando su lucidez mental, perciben cómo su vida se apaga sin que nadie avive esa llama sino que sea el soplo de la misma muerte lo que se perciba.

Con personas confinadas en sitios alejadas de sus familias y que funcionan como si fueran guardamuebles donde existen seres con la mirada perdida y otros que quizás en voz baja pidan un poco de calor familiar (muchas veces ausente), fomentar los "cuidadores a domicilio" es una medida que no debería retrasarse en el tiempo.