Nos sentamos amigos de oficios varios y consensos y disensos en la agenda que calentó y enfrió la cena. Alguien evocó la efeméride del día, el 23-F, cuando, treinta y siete años atrás, los demonios del pasado provocaron tanto miedo propio y bochorno externo. El espantajo de Tejero y los secuaces conocidos no fue el único. Salió Puigdemont en su palacete belga a la espera de una presidencia a su gusto para revertir el signo de su residencia, porque Waterloo y las comparaciones con Napoleón entran en la deriva sentimental de los secesionistas.

La musa anticapitalista Anna Gabriel cantó en Suiza, el país más caro de Europa y el saco de los capitales negros del planeta; y se agregó como beneficiaria de las colectas que pagan las caras estancias del honorable fugado y sus colegas. Como antes los investigados por el Supremo, Mas afirmó que "la declaración de independencia fue un acto simbólico", porque nadie asume las sanciones por sus responsabilidades en el sainete catalán.

Mientras en las cámaras estatales las comisiones sobre la financiación ilegal de los partidos son una bulliciosa inutilidad, la cantante Marta Sánchez, en rapto patriotero, puso letra ñoña -con eñe- al himno mudo y exaltó la fiebre fácil para oficializarlo en la final de la Copa del Rey, con silbada fija, y de mala educación, cuando participa el Barça. La chica de Olé Olé quiere heredar la estela de Marujita Díaz y las folclóricas -ya animó a las tropas en la Guerra del Golfo- y añadió esta ocurrencia al puchero.

En Arco, Ifema cometió el error del año y convirtió a Sierra, con sus fotos de "presos políticos" (los motores del procés), en protagonista insólito; revalorizó su obra vetada con el empeño torpe de poner peros al arte y, con la inoportuna censura, amplió su popularidad y precio y le dio plaza en un museo catalán, claro.

Como luces oportunas brillaron en la tertulia la palabra justa y necesaria del papa Francisco -"El mejor ayuno de la Cuaresma es pagar salarios justos y completos"- y la última viñeta del gran Forges, la reflexión de Blasillo -"La piedra es el único objeto inanimado capaz de tropezar dos veces en el mismo hombre. Y si cuela, cuela"-; y antes de la firma, el regalo de una verdad probada: "Os quiero, afirmo".