Solo hay que echar un vistazo a las portadas de los periódicos de ayer en toda España para detectar el hartazgo que todo el mundo tiene de las maniobras de Puigdemont. Titulares con expresiones como "tira la toalla" o "se resigna" o "claudica, o "da un paso atrás" o se aparta dan una idea de lo ocurrido tras la sesión del Parlament de Cataluña donde los independentistas, una vez más solos, se guisaron y se comieron una resolución para mayor gloria del huido donde se le consideraba presidente de la Generalitat. El rey desnudo salió después para anunciar su caída, pero intentó hasta el último momento que todos le vieran vestido al estilo de Napoleón, y desde su millonario Waterloo, hizo un una parodia institucional anunciando, a modo de Asamblea Constituyente, un consejo de su República en el país de las maravillas, digna del totalitario que lleva dentro. En definitiva que sus deseos pasan por crear un poder paralelo sin oposición de ningún tipo para vivir a cuerpo de rey y del cuento del victimismo.

El asunto es que entre tanta escenificación, dos meses después de las elecciones catalanas los independentistas además de "tirarse los trastos a la cabeza" y de instalarse en la burda agitación, son incapaces de buscar una salida digna a su enredo, que pasaría por buscar un candidato a la Presidencia sin cargas judiciales y que devuelva la dignidad y la normalidad democrática a las instituciones catalanas.

Tal vez el rey desnudo no está al tanto de las últimas encuestas que demuestran cómo el independentismo ha perdido gas, seguramente porque parte de sus votantes no entienden la farsa y el fraude. Alguna vez he comentado que como no hay más ciego que quien no quiere ver, el "fugado" en su misión sagrada del martirologio, que le llevará al camino hacia ninguna parte, seguirá campando a sus anchas mientras los suyos se lo permitan y no le corten el grifo económico porque al fin y al cabo "la pela es la pela" y esa juerga no la podemos pagar todos y no lo haremos.

Además la batalla entre ERC y JxCat no hace sino agravar la fractura social, el deterioro económico y la inseguridad jurídica. "Todos saben que la Generalitat no puede dirigirse desde Bruselas ni desde la cárcel, pero sí desde Madrid, aunque no sea la mejor opción. Si el independentismo no quiere seguir hundiendo a Cataluña en el bloqueo, debería zafarse de la esfinge de Puigdemont y formar un gobierno respetuoso con la legalidad. Lo contrario conduce a alargar el 155" se puede leer en los editoriales desde hace meses y por ahí van a ir las cosas si alguien no frena el desatino. Puigdemont no tiene nada que perder, sabe que tarde o temprano irá a la cárcel, como sabe que España es un Estado de derecho y una democracia consolidada donde existe la separación de poderes. Está desesperado porque la distancia con los suyos es cada vez mayor y sus amigos de la CUP y ERC le consideran un lastre por motivos distintos ¡claro está!, pero lastre al fin y al cabo.

Por eso ayer mismo en una entrevista en una radio amiga no descartaba una nueva convocatoria electoral consciente de que todos sus planes pueden acabar en saco roto. "Si se dedican a forzar que el Parlament tome una decisión que los ciudadanos no quieren a través de jueces y fiscales", en definitiva, "si el Estado nos fuerza a ir a otras elecciones y no dejan que el Parlament elija su ''president'' de la Generalitat, habrá un colapso institucional", dijo.

Alguien ha dicho que es un fantasma en Flandes que terminará difuminándose, porque lo que está claro es que el "procés" ni logró la independencia, ni ha traído la república. Solo ha fracturado a los catalanes, espantado a empresas, y propiciado el desarrollo del 155 con cuya aplicación en Cataluña, por cierto, se logrado una bajada del paro histórica en febrero. ¿Con qué cara el rey desnudo sigue diciendo que se aparta, pero quiere seguir? Por favor, que alguien le ponga delante un espejo que no distorsione la imagen para que vea cómo está: en pelota picada.