Este es el momento. Después de que, transcurridos 81 años, Pino Sosa haya podido encontrar los restos de su padre, José Sosa, que fue sacado de su casa en el año 1937 y tirado a un pozo por ser un hombre de izquierdas y libre, es el momento de hablar de la Memoria Histórica de Arucas y de lo acontecido en los últimos años.

Pino Sosa descansa en su búsqueda particular, como descansará para siempre su padre. Resulta transcendente, hoy, conocer sus luchas, sus fatigas, e incluso sus frustraciones durante estos años para lograr, al final, aquello por lo que ha entregado su vida.

Pino Sosa fundó junto a otros hombres y mujeres la Asociación por la Memoria Histórica de Arucas. De eso hace ya quince años. Fue en febrero de 2003 y tuvo clara la vocación de ese grupo: abrir los Pozos del Olvido para mostrar al mundo que era cierto que en Gran Canaria, en nuestra tierra, hubo represión, vilezas, asesinatos. Hombres libres, republicanos, comunistas, anarquistas o socialistas, que trabajaban honradamente perdieron la vida asesinados por defender la libertad.

Había quienes decían que eran cuentos inventados, leyendas antiguas, falsedades. Pero Pino y otros muchos tuvieron claro que esas supuestas ficciones debían desnudarse en verdades absolutas.

Fundó la asociación, la registró y me la presentó en junio de 2003, cuando accedí a la Alcaldía de Arucas. Me dijo que no iba a desfallecer, que iba a tocar en todas las puertas, que le echara una mano como la administración más cercana, el ayuntamiento, para esclarecer aquello que por justicia les pertenecía. Hacían falta fondos económicos, pues pocos tenía el ayuntamiento, para abrir los pozos, y así se peleó.

Reclamamos subvención a la Mancomunidad del Norte y nos dijeron, y era cierto, que no estaba entre sus fines conceder subvenciones.

Tocamos, y por escrito, la puerta del Cabildo de Gran Canaria, gobernado por la mayoría absoluta de José Manuel Soria: la callada por respuesta. Idéntico resultado obtuvimos del Gobierno de Canarias gobernado entonces por un pacto de Coalición Canaria y el Partido Popular del mismo Soria.

Pero no se desfalleció. Fuimos, junto a Pino y Balbina Sosa, el gobierno local a Madrid, a hablar con el Ministro de Justicia, que en ese entonces era Juan Fernando López Aguilar, quien nos anunció que el PSOE de Zapatero iba a sacar, de la mano de María Teresa Fernández De la Vega, una nueva Ley de Memoria Histórica.

Y vimos luz, pero había que esperar su tramitación para obtener financiación estatal.

Pino Sosa siguió peleando, y curiosamente con la ruptura del Gobierno canario con el pacto CC-PP, esa luz se tornó en verdadera esperanza. Fuera del Gobierno el PP de Soria, se aceptó una enmienda socialista a los presupuestos canarios de 2006: la financiación para abrir uno de los Pozos del Olvido se había logrado.

Por supuesto -nada hubo fácil-, hubo dificultades en el expediente administrativo. Informes de Patrimonio Histórico sobre la protección del Pozo, autorizaciones, prórroga, pero al final las obras pudieron comenzar.

Los primeros días y meses fueron desalentadores: tierra, escombros, restos, pero ni un solo hueso. Finalmente una imagen de hombres que habían sido lanzados al pozo fue portada de periódicos, no sólo canarios, sino también nacionales e internacionales, que demostraron que en nuestra tierra hubo represión y muerte.

Indudablemente se hizo con el esfuerzo de muchos.

Con la sensibilidad del Gobierno en minoría del desaparecido Adán Martín; posteriormente, en el segundo Pozo del Olvido, el de Tenoya, con la sensibilidad del gobierno del Cabildo, del PP sí, pero no el de Soria; con el actual gobierno insular, con los distintos concejales/as de Patrimonio Histórico de Arucas y los alcaldes que me sucedieron, con los técnicos , con la universidad, con muchos más, pero sobre todo con el coraje, la valentía y el arrojo de una mujer valiente: Pino Sosa.

El día que supimos que Pino había encontrado a su padre, descansamos.

Y descansamos, porque vivir, su esencia, es luchar por lo que creemos. Porque lo más grande que tiene nuestra civilización es el poder de la palabra, el único poder verdadero, la única arma que debemos utilizar para defender nuestras ideas.

Por eso luchó Pino; por eso murió su padre. Qué pena que con apenas treinta y pocos años José Sosa no pudiera seguir abrazando a su niña; qué pena que no la viera crecer para verla convertida en una hija ejemplar, en una luchadora infatigable, en una concejala magnifica, en una mujer precursora: en alguien digno de admirar.

El legado de José Sosa "El latonero" sigue ahí. Pino Sosa, con más de 80 años, es hoy una mujer paradójicamente feliz por encontrar los restos de su padre.

Y todos debemos reconocer que reparar la memoria, la memoria histórica, debe ser un compromiso colectivo, un compromiso de una sociedad orgullosa de su democracia, y que saber honrar como se merece a los hombres y mujeres, a las familias destrozadas, que dieron lo más preciado, la vida, para poder ser libres, debe ser, ética y moralmente, una obligación inexcusable, innegociable, vital.

Esa es la herencia que Pino, y José Sosa, nos dejan.

* Secretario General del PSOE

Canarias y vicepresidente del Cabildo de Gran Canaria