La reforma electoral en Canarias es un asunto de interés exclusivamente político. A la gente mayormente se la trae al fresco. Para casi todos los partidos el objetivo es cambiar un sistema que beneficia a Coalición Canaria, que está fuertemente implantada en el ámbito de las islas menores, lo que favorece sus resultados electorales. Aunque el discurso oficial es que se trata de moderar la representación que se da a los territorios frente al criterio de la población.

La trampa, para los partidos, es que aumentar diez escaños es bastante impopular, con la que está cayendo. No sólo porque sean diez sueldos más, con sus dietas y viajes y toda la pesca, sino porque además implicaría transformar el actual Parlamento, donde sus señorías ya están como sardinas en lata (elijo conscientemente las sardinas, sin dejarme seducir por otras especies marinas). Por eso Coalición Canaria ha propuesto subir sólo tres diputados, en una propuesta de reforma tan chafarmejamente arbitraria como cualquiera de las demás, pero más sibilina.

En realidad sólo hay dos sistemas posibles. Uno: Canarias se considera un solo pueblo, se hace una gran circunscripción regional y se vota por el sistema de una persona un voto. Y dos: Cualquier otro. Y dentro de la segunda alternativa, entra cualquier parida que se le ocurra a los ideólogos electorales.

El sistema electoral español adolece de los mismos defectos que el canario. No funciona eso de una persona un voto. Hay una cuota de representación que se da a las provincias que hace que muchos partidos tengan mayor número de votos que otros en el ámbito del Estado, pero menos representantes en el Congreso. Es verdad que en el caso de Canarias esas diferencias se extreman, porque la circunscripción insular favorece que pequeños partidos en La Gomera, El Hierro o La Palma tengan más representación proporcional que las dos grandes áreas metropolitanas de las islas capitalinas.

Lo que ocurre es que la reforma electoral apunta a la línea de flotación de esas islas menos pobladas, que son las de esta provincia. Romper el equilibrio territorial es, por lo tanto, una operación que toca la línea de flotación de la paridad entre las dos provincias, inclinando el peso hacia Las Palmas. Ese es todo el tomate de esa ensalada, aderezada con algunas inconsistencias. Por ejemplo que a Fuerteventura se le quiera dar más diputados por población cuando tiene veinte mil votantes menos que La Palma, aunque le saca más de treinta mil habitantes de ventaja.

Parece ser que la reforma, si se produce, va a tener que venir impuesta por Madrid. Va a ser extremadamente curioso que los diputados de Cuenca decidan el sistema electoral canario. Pero es la pinta que tiene el caminar de la perrita, porque lo que es aquí estos se van a poner de acuerdo cuando las ranas críen pelo.