No es frecuente que ocurran estos desajustes meteorológicos en aguas de Canarias, pero la memoria nos retrotrae a la visita del ciclón Delta y la secuela de desperfectos que originó, porque pilló a los responsables del tiempo sin noticias precisas para advertir a la población de su paso previsto, pero no contrastado.

Curiosamente, al igual que los norteamericanos bautizan con nombres masculinos a la oleada de tifones caribeños, nosotros nos despertamos con la nominación de Emma a la sucesión encadenada de borrascas atlánticas. Lo cierto es que ese día, nuestra meteoróloga oficial, atrincherada tras sus gafitas de empollona, nos advirtió de que desde el Golfo de las Damas al viento le había dado por anular al permanente alisio. Para los que acostumbrábamos a seguir los datos cifrados a bordo, ya que estábamos asignados como buque meteorológico, y cada cierto tiempo y durante las guardias de puente, nos correspondía realizar la rutina de una serie de observaciones, tomando lecturas con un anemómetro, observando el aspecto de la nubosidad y el estado de la mar, y la deriva de su corriente; amén de la temperatura ambiente y las lecturas del higrómetro, el barómetro y el pluviómetro respectivamente. El caso es que con toda esta mezcolanza de datos, terminábamos confeccionando un telegrama cuyo contenido estaba compuesto por una serie de grupos de números, que daban fe de la medida de estos fenómenos. Acto seguido se lo pasábamos al radiotelegrafista para darle curso y conformar con todos ellos, junto con otros muchos de otras zonas del océano, el previsible mapa del tiempo. Esta operación tuvo la anécdota de que un día un oficial poco inspirado confundió la nomenclatura y le endilgó una cifra al texto del "meteo" que correspondía a un ciclón tropical de tres pares de narices, con lo cual la respuesta inmediata vino provista de un urgente interrogante: ¿están seguros de lo que dicen? Afortunadamente la veteranía del radiotelegrafista hizo que detectara el error a tiempo y anuló el mensaje con toda serie de explicaciones.

Lo cierto es que este fenómeno poco habitual, pero a veces inesperado, convierte con su munición acuática a las Islas en blancos ansiosos, que acumulan el agua como si de esponjas se tratara para recargar el sediento acuífero y mantener el nivel freático. Pero en estas medidas de previsión siempre hay que destacar el celo que se pone en lo que se refiere a planes hidráulicos. Por ello, supone un contraste la dejación con que nuestras aguas van barranco abajo hacia el mar, mientras que en las Islas Occidentales se dispone de presas, gavias y cualquier oquedad que sirva para recoger el preciado líquido. El que esto escribe ha nadado en la presa de las Niñas y disfrutado de su área recreativa bajo los pinares, convenientemente aparcado, teniendo a mi disposición una serie de mesas y bancos para tomar un refrigerio e incluso, si no hay riesgo de incendio, hasta para encender una barbacoa. Al conjunto principal, formado por las de Soria, la de Chira, Parralillo, Siberio, Tirajana y Ayagaures, hay que añadirle otro conjunto de embalses menores en la zona de Caideros, por el lado nordeste de la Isla, ya que las citadas anteriormente están construidas en la vertiente suroeste, que es la zona más necesitada de agua. Por lo cual volvemos a incurrir en las comparaciones si pensamos que los dos únicos proyectos de recogida de aguas en presas han sido un rotundo fracaso. Las de Los Campitos y la del Río de Arico demuestran a las claras la falta de previsión o los errores de cálculo en el análisis previo de los terrenos en donde se construyeron, o mejor dicho, en donde se enterraron tantos millones del erario público para que luego sus responsables quedaran impunes en su totalidad. Curiosamente, la de Barlovento, en La Palma, también ha experimentado notables desperfectos que originaron su llenado parcial por riesgo de derrame y en la Isla Colombina otro tanto. ¿Acaso, pregunto yo, los técnicos contratados para las obras pertenecen a una división inferior, mientras que en la otra isla capitalina son arquetipos de la primera?

Ignoro si estas dejaciones conforman y diferencian la personalidad de los tinerfeños, donde únicamente tenemos en nuestro haber el Plan de Balsas ejecutado por nuestro Cabildo, pero resulta evidente que el crecimiento demográfico no va a la par con la demanda de agua potable o de riego para nuestros regresivos cultivos. Se volverá a repetir, no lo duden, el inútil desagüe por nuestros barrancos, y nuestra eficaz Harimaguada, Vicky Palma, nos volverá a informar de lo que debiéramos hacer pero no hacemos.

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