¿Qué hay más español que entrar en un barito y pedir un cortado? Esos que te queman la lengua y la garganta, mientras el minúsculo vasito te escalda los dedos. Podríamos traer a colación: la paella, la fabada, la tortilla española? y también el puchero canario, o el conejo en salmorejo, porque, puestos a hablar con propiedad geográfica y culinaria, "cortado" es como se conoce en Tenerife a esa pequeña cantidad mezclada de café expreso y leche; mientras que en el resto de España es "marrón", "cortadito", "corto", "entre corto", "nube", "sombra", hasta "ebaki" -que no es japonés, sino euskera-, por no mencionar otros apelativos de connotaciones turísticas, "macchiato"; de hermano mayor, "barraquito"; o de borrachín de la familia, "carajillo", por el orujo o ron que lo alegra.

España (por ende Canarias), país apoltronado en el mostrador incandescente del café expreso, la leche a punto de ebullición y en el intenso sabor de una historia llena de espadas y plumas -por aquello de los literatos y conquistadores-, ha visto cómo, en este núbil siglo XXI, junto con el cortado, el azúcar y la cucharilla, hay, sobre la barra del bar, un nuevo artilugio: el teléfono móvil; y con él, la inmediatez de la información, de la "postverdad", de "lo políticamente correcto", y de la opinión apoyada por el mayor o menor cúmulo de clics de "me gusta " o "corazoncitos" de las redes sociales. Frente a la reflexión pausada, el periódico en papel y sentido común, la combinación de cortado y móvil se han hecho inseparables. Igual de rápidos e intensos. Incluso viscerales.

No es de extrañar que la MWC de Barcelona sea un negocio que no se quiera dejar escapar, no solo por los más de 400 millones de euros que genera, sino por la relación entre móvil y cortado en cualquiera de sus denominaciones. Sorbito de cortado, clic a favor de "procés" aunque la cuenta la pague el conjunto de España. Otro sorbito más, imagen de violencia policial criticada por anticapitalistas, independentistas, separatistas, podemitas o cupeístas que cliquean y difunden la falta de libertad del Gobierno. Para eso España es una democracia. Cuantos más clics, mejor, pero qué descafeinado está ese cortado cuando se ocultan las razones, contexto y se busca, más que el sabor y el aroma intenso de la reflexión, acumular clics producto de la visceralidad irreflexiva.

Foto de inmigrante ilegal que llega a España luchando por una vida mejor y propuesta de eliminación de los Centros de Internamiento de Inmigrantes Ilegales construidos por el PSOE. La dignidad de las personas es inherente a todo ser humano. Clic a favor, pero antes de apurar el cortado pensemos: ¿cómo preservamos esa dignidad? ¿Abandonándoles en la calle? ¿Recogiéndolos en pisos de particulares? ¿En pisos administrados por ONG? Esas ONG que, según el portavoz de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Santa Cruz, hay que sustituir por la administración pública. El cortado echa humo. ¿No es el tercer sector, las ONG, el canal de participación, de voluntariado, de altruismo y solidaridad de nuestra sociedad?

Al final, nuestro "cortadito", con el móvil al lado, se está convirtiendo en un agua chirle descafeinada (de máquina o no), con leche desnatada, sin lactosa, y con un "smile" emoticono dibujado en la nata, reflejo de una sociedad que crea su verdad a golpe de clic.