En homenaje a Juan Sánchez Medina, general de división de la Guardia Civil, jefe de la Zona de Canarias

El general Juan Sánchez Medina, próximo al retiro, ha sido un ejemplar hijo del Cuerpo, criado en las penurias en que vivieron las familias de los guardias civiles en las Casas Cuarteles. La Guardia Civil ha sobrevivido a todas las dictaduras, regímenes republicanos, monarquías, pronunciamientos militares y guerras civiles durante 173 años de la convulsa historia contemporánea de España, no porque haya contado con el apoyo endeble de los gobiernos de diferentes ideologías, sino porque siempre ha habido guardias civiles, suboficiales, oficiales y jefes de la Guardia Civil que han entregado toda su vida al servicio de la Guardia Civil y de España , como el general Juan Sánchez, que ha sido ejemplo de las virtudes encarnadas en la Cartilla de La Guardia Civil: prudente sin debilidad, firme sin violencia, y político sin bajeza. No se puede entender España sin la Guardia Civil. Durante más de un siglo y medio, la Guardia Civil ha servido disciplinadamente a todos los gobiernos y regímenes políticos de España, algunos de los cuales intentaron infructuosamente disolverla o desmilitarizarla, aunque, sin excepción, no vacilaron en acudir a ella para mantener el orden público y el imperio de la Ley. Gobernantes y líderes políticos, de ideologías contrapuestas, han dejado testimonio de su admiración por la Guardia Civil. Basta citar los siguientes ejemplos:

El socialista catalán Pi y Margal, siendo jefe del Gobierno de la Primera República, dictó la Orden Circular de 18 de junio de 1873, de hondo significado y trascendencia histórica, en la que decía, sobre la heroica lucha decisiva de la Guardia Civil para derrotar la sublevación cantonal, lo siguiente: "La Guardia Civil ha sido, como debía, el brazo de todos los gobiernos, el firme escudo de las leyes de los partidos y los vaivenes de los tiempos. En épocas normales ha prestado grandes servicios defendiendo los caminos y asegurando en los campos la propiedad y las personas; y en luchas como la presente no ha escaseado ni su actividad ni su sangre por acabar con las facciones y sosegar los tumultos de los pueblos. El Gobierno tiene en esta guardia completa confianza y así desea que la tengan V.S., porque no se debe jamás juzgar de un cuerpo por las faltas que hayan podido cometer algunos de sus individuos".

En un artículo publicado en la Nación, el 20 de diciembre de 1930, José Antonio Primo de Rivera, a quien siempre he tenido respeto debido a la opinión elogiosa que le mereció, pese al abismo ideológico que los separaba, a socialistas como Julián Zugazagoitia, Juan Negrín e Indalecio Prieto, publicó un hermoso artículo titulado "El milagro de la Guardia Civil", en el que decía: "Nada más severamente adicto al cumplimiento del deber que un guardia civil. Al cumplimiento del deber sin brillo; del de todos los días; con perfección que igual se extrema en el servicio extraordinario y en la aburrida misión de recorrer durante ocho o diez horas carreteras intransitadas. Y de otro lado, nada más devotamente impregnado del espíritu del Cuerpo -disciplina, sentido social- que un guardia civil. No hay uno siquiera que acepte personal recompensa ni aun elogio. Una y otro los declinan siempre en provecho y gloria del Instituto, al que pertenecen con la ufanía y el rendimiento del que profesa en una religión. Es un milagro: el milagro de la Guardia Civil. No es que la Guardia Civil haga milagros, sino que es un milagro en sí misma. Así, mientras unas instituciones caducan y otras no medran por falta de perseverancia o de solidaridad, la Guardia Civil sigue como siempre: ni mejor ni peor, sino "perfecta". Cada individuo en su puesto, y todos tan iguales en el rigor, en el aseo, en la severa cortesía, en el valor a toda prueba y en la infatigable asiduidad, que se dijeran formados en el mismo molde. Ha llegado el momento de rendir homenaje al glorioso Instituto".

Pero fue Benito Pérez Galdós el que mejor describió genialmente la creación de la Guardia Civil como la gran obra de gobierno de la historia contemporánea de España, y compendió la entraña institucional de la Guardia Civil, que expresó de forma bellísima e insuperable: "fue creado en el seno de España un ser grande, eficaz y de robusta vida, la Guardia Civil". Si nuestros gobernantes hubieran blasonado como Galdós la Fe Nacional, hoy en todas las plazas de los pueblos de España habría una estatua ecuestre del navarro Francisco Javier Girón y Ezpeleta, segundo Duque de Ahumada, primer director del Benemérito Instituto, al que organizó y reestructuró de tal manera que ha permanecido durante 173 años al servicio abnegado y eficaz de España y de los españoles.

La Guardia Civil ha sido permanentemente un factor de integración y unión de la España Invertebrada y ha mantenido inalterablemente su lealtad al pueblo español, aún en las etapas dramáticas de su historia, y cuando media España se enfrentó a la otra media en la guerra civil, la Guardia Civil se sacrificó por las dos, por las que dieron sus vidas 2.700 guardias civiles (el 83% por el bando republicano), y los generales de la Guardia Civil Escobar y Aranguren, fervientes católicos, que permanecieron leales a la República, por lo que fueron condenados a muerte y ejecutados terminada la guerra, etapa en la que la Guardia Civil fue depurada retirándose a 150 jefes y oficiales, expulsando a más de mil guardias civiles, y ocupando la Dirección General un teniente general del Ejército, y su estado mayor por oficiales del Ejército, situación que duró hasta los gobiernos de Felipe González, que posibilitó que el Estado Mayor estuviera integrado por oficiales y jefes del Cuerpo.

La Guardia Civil ha sido un pilar fundamental para la consolidación de la democracia surgida de la Transición y de la etapa histórica de mayor estabilidad y progreso de la España contemporánea, por la que se sacrificaron 236 guardias civiles asesinados por la banda terrorista ETA, la mayoría muy jóvenes, con la secuela de muertes de sus hijos y familiares inocentes en los sangrientos atentados contra la Guardia Civil y sus Casas, a los que el pueblo español debe rendir permanente homenaje y agradecimiento para no olvidarles nunca.

Ni la República ni el franquismo apoyaron ni dotaron a la Guardia Civil de medios personales y materiales a la altura de su misión histórica, ni entendieron que, como se dijo, certeramente, en el diario Hoy, durante la II República: "La Guardia Civil no ha claudicado; no ha claudicado nunca. El deber los mantiene firmes, sometida al Estado, sea socialista, liberal o católico, según la voluntad del pueblo. Pero el tricornio no puede cambiar, y sirve siempre al Estado, llámese como sea", texto que define con acierto la lealtad a España y al pueblo español de la Guardia civil, fiel al lema miliciano de Calderón de la Barca: "aquí la más principal hazaña es obedecer".

*Vicepresidente de la Fundación Juan Negrín