Llevo haciendo información política en Canarias desde la época de Viriato. Todos esos años de experiencia sirven para establecer una certeza: en la política de estas islas no hay nada seguro. Pero a pesar de esa evidencia, hay cosas que se huelen.

De todo el pleno parlamentario sobre el Estado de la Nacionalidad -región para Ciudadanos, tan celoso del lenguaje- tal vez el hecho más llamativo haya sido el tono que han mantenido entre sí los dos gallos con más espuelas del corral. El enfrentamiento dialéctico entre Román Rodríguez y Fernando Clavijo ha sido, con respecto al de otras épocas, como el de un huevo y una castaña.

El líder de Nueva Canarias ha mantenido sus críticas a la tarea del Gobierno. Y el presidente ha defendido su gestión. Pero en el debate, como una sombra apenas entrevista, ha flotado una fantasmal presencia de futuros entendimientos que van más allá de que los dos partidos nacionalistas estén sustancialmente de acuerdo cuando se tienen que partir la cara con Madrid.

Fue tan evidente que hasta Casimiro Curbelo pensó "aquí hay tomate". Y lo dijo con una sonrisa desde la tribuna mientras la inquietud aterrizaba en aquellos escaños socialistas y populares donde había alguien sentado que no estuviera de cuerpo presente. Excepto en el de Asier Antona, que estaba de cuerpo ausente. Como en la canción de Bob Dylan, los tiempos están cambiando. Curbelo, que las ve venir, lanzó otra vez el grito de las islas más pobres y menos pobladas, denunciando que el modelo de crecimiento de Canarias está excluyendo de la riqueza a esos territorios, empobrecidos y despoblados, a los que ahora, con la reforma electoral, se les quiere quitar peso político. Pero los grandes están en otra cosa. Están en repartirse mayor cuota de poder y en definir quiénes pueden gobernar las Islas en la próxima edición de "Mira quién baila", el famoso concurso de los pactos que se celebra al inicio de cada legislatura.

Con o sin reforma electoral, el sistema de alianzas futuras empieza a ventilarse ahora. Y no hace falta destripar un pato y leer sus vísceras para entender que el crónico desentendimiento de los diferentes nacionalismos puede acabar en una alianza de conveniencia. Porque la lotería de tener dos votos de oro en Madrid no parece que se vaya a repetir. Porque la cohabitación entre los dos grandes partidos nacionales sigue siendo tan difícil como ayer. Y porque el PSOE está en una perplejidad inacabable e increíble y el PP en una pinza entre Génova y Galcerán.

Mira tú por donde, aumentar los escaños para Gran Canaria y Tenerife se puede convertir en un plus para que los partidos que más pescan en esas aguas -que son precisamente los dos nacionalistas- se acerquen más a la posibilidad de formar una mayoría. Alguno, ayer, ya olía a la pólvora quemada de un tiro que puede salirles por la culata.