He hablado y escrito de mi amigo Francisco de Asís Leal Páez y de su condición como notario visual y dibujante; de su pasión por la isla y su larga constancia por conservar en el común imaginario las estampas de la naturaleza, las nobles arquitecturas que nos afamaron y los exponentes de las fábricas que, en lugares reputados o pagos escondidos, revelaron la fusión de belleza y funcionalidad que desplegó el pueblo llano.

Ilustrador notable de la Biblioteca del Atlántico y de muchas otras monografías (algunas personales), ha publicado un sugestivo estudio, detrás del que se cuenta medio siglo de ilusiones y curiosidades por un sugestivo pago al que está vinculado familiar y afectivamente. Incluido en los Cuadernos Palmeses de Folclore, por encima de cualquier otra estimación, "La Hacienda del Cura" es un libro ordenado, ilustrado con oportunidad y buen gusto y, por si fuera poco, bien escrito, méritos no demasiado frecuentes en estas horas grises.

Acaso todas esas virtudes tienen una íntima relación con el primer oficio de su autor, maestro de escuela en la más amplia, necesaria y generosa extensión del término; docente de raíz y vocación que, en todos sus destinos y con todos sus alumnos, dejó las huellas de su honradez y compromiso y sembró, en paralelo a los conocimientos, vocaciones artísticas y literarias y estimuló el interés por los usos y costumbres de cada lugar.

Documentado y preciso -como en sus delicadas plumillas- el autor enumera los activos y encantos de esta etapa de sorpresa y lujo en la ruta de Taburiente, desde la geografía y el clima, a la buena tierra y el agua que avaló su poblamiento; de la agricultura de subsistencia al esplendor del cultivo del tabaco con una variedad palmera de alta calidad y reputación. Relata con rigor y amenidad una historia local que llega a nuestros días y asegura a quienes vivieron en el pintoresco lugar un argumentario colectivo que los identifica para siempre.

Con todos estos méritos, el principal fue convertir los actos de presentación -a cargo del profesor Celestino Hernández, antiguo alumno del autor y con asistencia de autoridades locales- en convocatorias multitudinarias, prueba evidente del prestigio y del merecido afecto con que cuenta Leal Páez en el Valle de Aridane y en la Isla de La Palma.