Cuando se quiere que todo el mundo actúe de una manera determinada, que se piense según la ideología dominante, que no exista la discrepancia con el poder establecido, que el desacuerdo no tenga lugar porque no se acepta, en fin, que se obligue a vivir adormecido, acomodado, ingenuo e inoperante, significa sencillamente que estamos en una sociedad con síntomas preocupantes de debilitamiento social y arrogancia política.

Ante los variados asuntos que tienen incidencia en nuestra realidad cotidiana, cada cual tiene respuestas diferentes, como consecuencia de distintas posiciones ideológicas, económicas, sociales, culturales, personales, que hacen posible una pluralidad de posicionamientos enriquecedora, que lleva consigo la necesidad del acuerdo, de buscar el consenso, de encontrar puntos de encuentro. La imposición dura y pura, "el por qué lo digo yo", "porque para eso soy el que manda", es la mediocridad personalizada, que no lleva sino a la frustración ciudadana y al rompimiento del contrato social. En cambio, escuchar, ceder, compartir, dialogar y acoger propuestas de otros, son síntomas evidentes de madurez en la gestión de la gobernanza pública.

En Tenerife estamos asistiendo a una verdadera ceremonia de la confusión por parte de las distintas administraciones, Gobierno autónomo, Cabildo y algunos ayuntamientos, a la hora de buscar y priorizar las distintas actuaciones para acabar con el caos circulatorio que sufrimos desde hace décadas. Cada uno plantea prioridades diferentes, distantes y contradictorias, lo que equivale a un desconcierto generalizado, que agudiza la paralización de por sí crónica, que padecemos como consustancial de una gestión pública teórica y poco práctica. Se lleva hablando desde hace décadas y lo repito, sólo hablando, del coche compartido, de una mayor utilización del transporte público, de las más variopintas soluciones a la movilidad y hasta del peaje, en múltiples reuniones, conferencias, foros, debates, simposium; se han encargado muchos estudios, sesudos análisis, para seguir diciendo lo mismo de distinta manera una y otra vez. Algunas veces uno se pregunta ¿cómo puede haber personas que no se cansen de repetirse tanto, sin despeinarse, ni avergonzarse?

Se cosecha lo que se siembra, o mejor dicho no se recoge lo que no se planta, no se puede estar echando la culpa a los ciudadanos, ni a las instituciones que están a la vera del camino, de las colas en nuestras vías. Si éstas no están acomodadas a los tiempos y a la demanda socioeconómica del territorio, es porque carecemos de una eficiente red de carreteras en la Isla, así de real y sencillo, no búsquenos otras enrevesadas causas del caos circulatorio. Como decía Henri Barbusse, "la verdad es simple. Los que dicen que la verdad es complicada están engañándose a sí mismos". La solución no es engorrosa, es tener el arrojo suficiente para comenzar las obras y terminarlas, porque lo importante no es poner la primera piedra, sacarse la foto y después no terminarse la obra, que de eso ya tenemos alguna experiencia, lo que vale es poner la última piedra, la que posibilita que circulen los vehículos. Proyecto, licitación, ejecución, inauguración, utilización, conservación, ese es el cronograma que necesita Tenerife, todo lo demás es humo que se lleva el viento.

Toda crítica siempre lleva algo de ataque, por eso nunca he creído en la denominada "critica positiva", porque en principio ninguna agresión es provechosa. Por lo tanto, soy mas partidario de la aportación sincera, de intentar sumar, ayudar en la solución de los problemas. Tenerife somos todos, cada cual ejerciendo el rol que le corresponde, pero los que tienen la obligación de solucionar el tremendo problema del embrollo de la movilidad, lo tienen que hacer por razón del cargo que ocupan, porque nadie está en política por obligación, sino porque lo han querido libremente. La sociedad tinerfeña, mayoritariamente, demanda obras, especialmente de infraestructuras, así lo demuestran los últimos estudios demoscópicos, quiere un sector de la construcción dinámico, que está empezando a ilusionar a muchas personas, tanto desde un punto de vista empresarial como laboral, porque sabe que es capaz de proporcionar una mayor y mejor calidad de vida. Que no se pierda más tiempo, ya se ha derrochado todo lo imaginable. En un territorio que llaman de excelencia turística, lo que se quiere es vivir con un mínimo de bienestar, que pasa necesariamente por tener lo básico, unas carreteras con fundamento.

*Presidente de Fepeco