No sé la razón -es una manera de decir pues sí lo sé- por que las manifestaciones realizadas por los pensionistas -yo lo soy, pero pasivo- durante este mes de marzo me han hecho recordar un viejo chiste, aquel en que un comunista convencido intenta atraer como militante a un amigo. Lo hace poniéndole ejemplos aleccionadores. Le dice que el comunismo reparte la riqueza -si tienes ocho vacas, das cuatro a la comunidad; si tienes diez cabras, das cinco a la comunidad; si tienes ocho cerdos, das cuatro a la comunidad; etc.-, respondiendo siempre el posible militante que le parece estupendo. Sin embargo, cuando le dice que el que tenga doce ovejas está obligado a dar seis a la comunidad, la respuesta es negativa "porque yo tengo ovejas".

A primera vista el símil parece absurdo, inapropiado, y de ninguna manera puede estar relacionado con el tema de los pensionistas, pero no es cierto. El señor Rajoy y sus ministros se han desgañitado al repetir una y otra vez que las aspiraciones de los pensionistas no pueden ser asumidas por el Gobierno: no hay fondos para ello. Les encantaría dotar una partida en los presupuestos del Estado para dar cumplida cuenta a las justas reivindicaciones del colectivo en cuestión -lo cual, sin duda alguna, lo llevaría a ser reelegido en los próximos comicios-, pero no se puede sacar de donde no hay.

El pacto de Toledo -supongo que los participantes en él gozarán de dietas y estancia a cargo del erario?- no ha podido ser reeditado a pesar de la buena voluntad de sus componentes, sin que ello haya sido óbice para que muchos lancen al aire propuestas a cual más absurda -un impuesto a la banca, por ejemplo, como si las entidades financieras fuesen a acoger la medida con alegría, sin cargar su importe a los cuentacorrentistas?-. Sin embargo, ninguno ha sido capaz de poner sobre la mesa la solución que los medios sociales exigen: la disminución del número de políticos que gobiernan -a veces malgobiernan- nuestro país. Periódicamente recibo en mi móvil mensajes -a menudo el mismo- que se quejan del alarmante número de políticos que ejercen en España -según parece unos 450.000, el doble que en Italia y 300.000 más que en Alemania-, consecuencia del régimen autonómico que impone la Constitución. Todos sabemos que en Canarias nos ''vigilan'' el Gobierno de la nación, el de la comunidad, el del Cabildo y el local. Se ha intentado una y otra vez la disminución del número de ayuntamientos -tantas veces como la supresión de los puentes laborales-, lógicamente sin éxito, pues parece que el ser humano al nacer tiene un gen político que, por fortuna, con frecuencia se atrofia y no da ''fruto''.

Se me ha ocurrido en este momento consultar la red suponiendo que hay algún artículo que cuantifique el gasto que ocasiona la ''res politica'', y claro que los hay, pero es mejor no leerlos porque las cifras que se dan en ellos causan rubor. Estoy seguro de que, atemperando el número de quienes nos rigen en la actualidad, el ahorro sería suficiente para cumplir con la subida de las pensiones que se demandan. Pero, claro está, eso resulta imposible, una quimera, pues está visto que en España la solidaridad comienza por uno mismo; lo de Papá Estado es una realidad. Vive tanta gente cobrando sueldos injustificados -¿cuántos políticos retirados los disfrutan en empresas estatales?- que quien más quien menos desea pertenecer a ese club que garantizará nuestro futuro; lógicamente con pensiones.

Olvidemos las mejoras. Nadie va a dejar la silla que ahora ocupa. Solo la disminución del desempleo permitirá ver el futuro con más optimismo.