La atención sanitaria pública se presta en centros públicos y en clínicas privadas concertadas. Al paciente le da igual, siempre que se le atienda de forma rápida. A los sindicatos no. Lo sindicatos en este país tienen su interés puesto en los empleados públicos. En España, cuando llegó la crisis económica, millones de trabajadores privados fueron echados a la calle con una patada en el culo o vieron recortados sus salarios, ante el silencio de las fuerzas sindicales. La primera huelga general convocada en nuestro país se celebró cuando se planteó por el Gobierno una reducción en el salario de los empleados públicos. Es lo que hay: miren las hemerotecas.

En las clínicas y hospitales privados hay trabajadores cuyos puestos de trabajo dependen de los encargos que se les hacen desde la Sanidad pública. Pero a los sindicatos parece que esos puestos se la sudan. Para ellos todos los servicios tendrían que prestarse desde la estructura pública. Eso tiene sentido, pero plantea algunos inconvenientes, porque son más caros.

Que los sindicatos defiendan que todos trabajemos para el Estado es muy respetable. Pero algunos argumentos que utilizan no. Cuando hablan de la medicina privada parece que los dueños de las clínicas van por las Urgencias eligiendo los pacientes que quieren y las operaciones más fáciles y más rentables, como si gozaran de un derecho de pernada sanitario. Y eso no es así. O sea, es falso. Son los responsables de la Sanidad pública los que derivan patologías a la medicina privada. Y lo hacen aquí y en Andalucía y en el País Vasco. En todos lados existe una sinergia entre servicios públicos y privados sobre la que se hace una demagogia a veces indigesta.

Hay países, como Suecia, paraíso de la socialdemocracia, donde quien tiene el verdadero poder de la Sanidad pública no son las autoridades, ni los sindicatos, ni las clínicas. Es el paciente. A cada ciudadano que desea una consulta o necesita una operación o una prueba de los servicios públicos de salud se le entrega un "cheque" sanitario. Y el ciudadano tiene el poder de elegir dónde va. Da igual que sea un centro público o uno privado (concertado).

¿Saben ustedes cuáles son los efectos de poder elegir? Que cuando te dan cita, te atienden a la hora. Que los funcionarios y los empleados privados se han dado cuenta, por igual, que del número de pacientes que tengan dependen que tengan trabajo, lo que ha provocado que mejore el trato y aumente la calidad de los servicios. En España no es así. Los pacientes no eligen. Son clientes cautivos que se amontonan por los pasillos y en las listas de espera. Son los que pagan, pero no tienen ningún poder excepto el de aguantar. El día que tengan el poder de elegir dónde y con quien se tratan, en este país se acabará el cuento.