Emilio Lledó, con su juventud de 91 años, sigue siendo una mente privilegiada que le da raigambre de universalidad y que no cesa en sus investigaciones alrededor del lenguaje y de la filosofía. Su cátedra tuvo gran influencia en las universidades de Valladolid, Heidelberg, Barcelona, Madrid y también la suerte de tenerlo en la de La Laguna, donde sus clases sobre "Fundamentos de Filosofía e Historia de los Sistemas Filosóficos" nunca se me han borrado, y continúa para mí siendo un referente obligado en el mundo de las humanidades.

Recientemente ha publicado un libro, "Sobre la Educación", insistiendo en dos temas fundamentales: la necesidad de la literatura y la vigencia del pensamiento, estando en contra de la tecnología que desvirtúa ese humanismo que predica y que compromete hasta lo más íntimo de la libertad.

Comenta el sabio profesor que existe un miedo pavoroso a razonar sin darnos cuenta que el ser humano ha aceptado, por vagancia intelectual o desafecto consigo mismo, que sean otros los que resuelvan el pensamiento y que razonen por nosotros.

El lenguaje es primordial y piedra de toque para que las personas se empinen sobre sí mismos y puedan contemplar la sociedad desde un plano de realidad.

Porque a través de las humanidades y de las ideas se llega a las conclusiones que se buscan, y no vale solo practicar el lenguaje que se nos entrega sino hay que profundizar en él. Y desterrar términos como el de "postverdad", que es una palabra esquiva, por lo que debemos ir al sentido exacto de las palabras para detectar quiénes nos manipulan y para qué nos manipulan.

Para mejorar hay que ser libre, si se está atado a unos conceptos que no tienen futuro no serás libre; la libertad es una manera de cómo hay que aprender a vivir.

Menciona su contrariedad por la instalación de ordenadores en el sistema educativo y mantiene que en vez de presumir que se da un ordenador a cada alumno hay que reivindicar profesores para más alumnos. Los ordenadores sin guía conducen al atropello.

Lo único que deseamos es que la enseñanza de Emilio Lledó continúe siendo punta de lanza en el pensamiento universal y que sus lecciones, siempre plenas de vitalidad, contribuyan a quitarnos el lastre de una pseudo- intelectualidad ramplona que tiene vida por el atosigamiento de acontecimientos dirigidos por políticos de poco fuste.

Sin inteligencia, sin desarrollo de un lenguaje adecuado, el pensamiento se diluye y las humanidades y la filosofía se sitúan al borde de su extinción, con lo cual si algún día su desaparición se convierte en endecha desgarradora, comenzará una nueva era que será la del artificio, la de la robotización mental en la que todo el mundo pensará de la misma manera y obedeciendo al mismo amo. O sea, una imitación con regreso a la sociedad que Orwell predijo para 1984.