A la familia Mann le cupo un honor excepcional: figurar entera en la primera lista de alemanes despojados de la nacionalidad por los nazis. Los más activos fueron los hijos mayores, Klaus y Erika, junto al tío Henrich Mann. Nada hacía presagiar que los hijos caprichosos y alocados del gran príncipe de las letras alemanas, que aún veinteañeros se divertían en Munich con sus pequeñas funciones de cabaret, mostraran tanta incompatibilidad con los nazis sin ser judíos ni comunistas. Pudieron seguir algún tiempo con sus representaciones, pero la repulsión del nazismo fue superior. No confiaron en una "evolución" o límites que les frenarían, como creyeron tantos judíos. Con el incendio del Reichstag Klaus y Erika ya estaban fuera pero para combatir al nazismo.

Cuando 11 años más tarde Erika regresó a Alemania, lo hizo como corresponsal de guerra y con el uniforme del ejército norteamericano, tras pasar por la Guerra de España y otros conflictos. Esta dramaturga reconocida ya muy joven, fue además de periodista, viajera, aficionada al automovilismo, oradora y escritora como su hermano Klaus (autor de "Mefisto"), con el que escribió algunos libros. Pero la vida la hizo una luchadora contra el nazismo y por la libertad, cuando ella -confesaría- jamás pretendió que su historia personal fuera finalmente marcada por la política.

Erika había fundado el cabaret "Molinillo de Pimienta" cuyo satírico programa potenció en el exilio, todavía en Europa. Pretendía "desenmascarar al archienemigo, ridiculizarlo, denunciarlo y confundirlo".

Al momento de exiliarse a Suiza comprobó, como luego en EE UU, que perturbaba la tranquilidad de los neutrales (equidistantes) y era vista como pájaro de mal agüero, agente de crispación. Es algo común cuando la fuerza, la exclusión y persecución se imponen en la sociedad. Pasó en Euskadi, ahora en Cataluña y con Franco. Las minorías críticas y comprometidas siempre se quedan solas. Erika no se lo esperaba, pero el mundo podía convivir con el nazismo ascendente. Aunque recibió alguna gratificación de los numerosos exiliados de lengua alemana que pululaban por Europa, como Joseph Roth, quien dijo del "Molinillo de Pimienta" que hacía más contra Hitler que diez escritores juntos. Ese es el poder de la sátira, el sarcasmo, la profanación y la ridiculización, al perforar la grandilocuencia y solemnidad de lo investido de sacralidad plastificada: el destino nacional, la etnia, el pueblo en marcha.

El presidente de Tabarnia -otro dramaturgo libertario-, Boadella, con sus cáusticas y profanadoras "performance" llevará a los manuales de ciencia política su demoledor método de lucha contra el totalitarismo.