Leía días atrás un trabajo periodístico de Boaventura de Sousa Santos, sociólogo y director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, donde hacía referencia al colonialismo encubierto que sigue existiendo en pueblos de la tierra y que termina con un párrafo clarificador de la situación: "la gran trampa del colonialismo insidioso es dar la impresión de un regreso cuando en realidad lo que regresa nunca dejó de existir".

Las potencias coloniales que ejercieron su poderío a pesar de todas las resoluciones de la ONU sobre derechos humanos, económicos y civiles continúan teniendo presencia en aquellos territorios que colonizaron y que se dijo habían recobrado su independencia cuando la realidad camina por otro lado.

La presencia insidiosa del colonialismo que se arrastra desde el siglo XV y durante el XX sigue vigente aunque se disimule mediante convenios, contratos, estatutos, disposiciones "boletinescas", colaboraciones y toda clase de componendas sombreadas por una realidad palpitante y confusa.

La historia manejada por historiadores vende-patrias se ha planteado como trabajo primordial una socialización galopante y vergonzosa para proclamar, aquí y allá, la idea de que las luchas anticoloniales del siglo XX y del siglo XV dieron por terminado el colonialismo cuando la evidencia dice que no acabó, sino que lo que ha acontecido ha sido el cambio de ropaje y de ciertas maneras pseudo-democráticas donde ocultar sus ansias de poder depositando en estos territorios una administración incrustada que domina, decide y compromete.

Tenemos el gigante del norte que se ha erigido en el gendarme del mundo y es tanto su poder armamentístico e influencia comercial que la toma de decisiones por organismos europeos, africanos y del resto del mundo se encuentran atenazados por la incapacidad para resolver sus dictámenes democráticos porque si se contraviene o se dificulta al poderoso las consecuencias serian irremediables y frustrantes.

Esa nueva forma de colonialismo ejerce su dominación basado en la degradación ontológica de las poblaciones dominadas donde a los seres humanos se les considera por los amos de la tierra parte del paisaje de esa tierra dominada.

Hoy la explotación de los territorios hasta esquilmarlos se percibe observando como los intereses económicos de ese colonialismo insidioso prevalecen por encima del bienestar común de un pueblo y para ello hay que abrir mega proyectos donde la especulación llegará a limites tan insospechados que acabaran en la ofuscación y en el negocio mas desaforado.

Todo esto nos conduce a pensar en territorios como el nuestro, Canarias, que si no desterramos de nuestra conciencia ese quietismo que pretenden inculcarnos, y que a veces nos hace doblar las rodillas, continuaremos a expensas de los que solo ven ganancias por todas partes y que tras las bambalinas de escenarios premeditados y ocultos pretenden confundirnos llevándonos a caminos donde nuestra identidad se estremece y hasta desaparece.