...que encontramos un letrero que nos advierte de que se han producido desprendimientos de rocas en la carretera que recorremos? ¿seguiríamos o elegiríamos otro camino para continuar?

?que la Aemet difunde un aviso de fuertes temporales y nos aconseja permanecer en nuestros hogares siempre que no existan circunstancias excepcionales? ¿nos quedaríamos en casa o, como cualquier otro día, iríamos a jugar la partida de dominó habitual?

?que los medios de difusión nos hacen llegar comunicados de las autoridades sugiriéndonos que cerremos las puertas y ventanas de nuestros hogares por que se han escapado del zoo cuatro peligrosos leones? ¿las dejaríamos abiertas?

Escribo este artículo el día 26/03/2018 -bastante antes de su publicación, pues así lo exige mi compromiso con EL DÍA-, pero no he querido demorarlo para hacerlo "en caliente" al leer en los periódicos de hoy que la venta de localidades asignadas al FC Barcelona -16.000- para su partido con el Sevilla en la final de la copa del Rey se ha "disparado", ello debido a la detención ayer del expresidente catalán Carles Puigdemont. Según las informaciones, las peticiones de los socios "culés" solo superaban en poco las 6.000, pero la perspectiva de transformar el espectáculo -en eso, un espectáculo- ha decidido a la afición blaugrana a poner toda la carne en el asador. Ante el previsible flamear de banderas independentistas, himno nacional pitado, despliegue de pancartas insultantes cuyos objetivos serán los usuales, esto es el Poder Judicial, el Gobierno y las fuerzas de seguridad, así como el más que seguro enfrentamiento entre estas últimas y los aficionados catalanes -sabia y hábilmente aleccionados por las redes sociales-, resulta lógico pensar que el 0,8 % de los dos millones de ciudadanos que desean la independencia de su ''nación'' no pudieran resistirse a la invitación.

Aunque no he tenido la paciencia de leer la Ley Orgánica 4/2015 de 30 de marzo, de protección de la seguridad ciudadana, estoy seguro de que en ella existirá un artículo que posibilite la suspensión de un espectáculo público cuando existan razones de seguridad que lo aconsejen. Me imagino el despliegue policial que se establecerá en Madrid el día del partido, con el coste que ello representará no solo para las arcas municipales sino también la comunitaria. No obstante, habrá disturbios -sea quien sea el que gane-, con la posibilidad de heridos -esperemos que no haya muertos, como viene ocurriendo últimamente- más o menos graves, destrucción de mobiliario urbano, rompimiento de escaparates, destrozo de vehículos? además de sufrir la humillación de ver silbado a nuestro Rey.

Ante lo expuesto -que será lo que ocurra casi con absoluta certeza-, nuestras autoridades se limitarán a encogerse de hombros, asegurarán que pondrán los medios necesarios para que los daños sean los menos posibles, que somos un país libre? pero no tendrán lo que hay que tener para ponerlos sobre la mesa y prohibir el más que posible desaguisado. Claro, me olvidaba de ello: hay que tener muy en cuenta los compromisos con la UEFA? ¿Cómo se va a suspender un partido de fútbol por la actuación de unos desaprensivos? Para eso está la Policía, para impedir si se conculca lo que establecen las leyes, pero a eso me atrevo a afirmar que no es lo mismo suspender una corrida de toros, una macrofiesta o un partido de fútbol cuando las condiciones del local no son las adecuadas, que anular la autorización cuando sean claras las connotaciones políticas que el acto en cuestión va a representar.

La mayor alegría que podría recibir sería no ver publicado este artículo por que las autoridades han postergado para otra fecha -y sin público- la celebración del partido.