Se habla mucho estos días sobre el llamado caso Cifuentes y hay quien lo aprovecha para intentar desprestigiar a la universidad pública, unos por interés, otros para desviar la atención de un caso cada vez, al mismo tiempo, más complejo y más claro.

La realidad es que en este curso hay en España más de 2780 másteres en universidades públicas españolas, con más de 100,000 estudiantes matriculados/as, que en su inmensa mayoría trabajan muy duro y a los que (doy fe) no se les regala nada (desde luego no en la ULL).

No es verdad, como algunos dicen, que la democracia dentro de la universidad sea apariencia y no realidad. Al contrario. Gozamos de la ventaja, que muy pocos trabajadores/as tienen en este país, de que (al caso de los funcionarios/as), nuestro puesto de trabajo es fijo, lo que nos da libertad para obrar según nuestra conciencia y con independencia de presiones. Que haya quien se deje convencer para obrar de forma incorrecta no es culpa de la institución sino de la persona.

Tenemos además en España el privilegio (del que no gozan ya muchas universidades en Europa) de decidir quién y cómo nos dirige. Pero muchas veces olvidamos que todo privilegio lleva aparejado el hecho de que somos responsables de a quién elegimos y la forma de hacer las cosas que apoyamos. No es la universidad como institución, con su autonomía y su labor social de generar y transmitir conocimiento. Son (somos) las personas que la integramos, las responsables.

Y no, no todas las universidades se comportan igual; la inmensa mayoría hacemos las cosas bien (y no me refiero a quien, de forma siempre temporal, las gobierna, sino a todos/as los que conformamos la institución). Y con una financiación ridícula (si se compara con otras universidades de Europa) y el mayor grado de evaluación y control (financiero y de la ejecución del puesto de trabajo) de cualquier entidad pública de España.

Las universidades, y en particular las públicas, no somos el problema. Si me apuran, somos más bien la solución (si nos dejan trabajar) para poder poner en valor el trabajo honrado y el esfuerzo como elementos clave en una sociedad. Pero eso sí, recordando que tenemos la responsabilidad de hacer las cosas bien. Y en ello estamos;). Por eso, un caso aislado no debe poner en entredicho el papel social tan importante que tiene la universidad como institución. Así que, por favor, déjenos trabajar. Y júzguennos luego por el resultado de lo que hacemos y no por lo que puedan haber hecho, en su caso, los demás.

*Director de la Escuela de Doctorado y Estudios de Posgrado de la ULL