Si hay algo por lo que el ser humano se manifiesta impotente, es cuando tiene que desafiar las iras de los dioses del tiempo. El puñetero Cronos, rencoroso por sí mismo ante los éxitos del Consistorio chicharrero, determinó que había de chafar la meritoria iniciativa, que ha dado un espectacular vuelco a la ciudad, y la ha sacado del marasmo en que estaba inmersa. De este modo, convocó en cónclave secreto a las fuerzas envidiosas de tendencia amarillista para abortar de algún modo la brillante idea, que tan buenos resultados ha dado en anteriores celebraciones.

Ignoro, aunque lo presupongo, que esta inestabilidad atmosférica fue causada por el descastado hijo de Urano y Gea, el cual, empuñando su hoz de pedernal, ha atacado con saña al mapa del tiempo, logrando cobrarse sus gónadas como trofeo; lo cierto es que la cita del pasado sábado podríamos calificarla como la madre de todos los plenilunios anteriores. Incluso yo diría que el cronista tuvo un lapsus cuando indicó que el tiempo en el Sur de la Isla era espléndido, que no lo fue, porque pasada la Punta Rasca la violencia del mar daba su do de pecho en la zona de Puerto Santiago, azotando el muelle deportivo de Los Gigantes y el anexo Poblado Marinero, juguete también de las furias de Eolo, aliado indiscutible del perturbador responsable climático citado. Sin ir más lejos, el que esto garrapatea acudió a la feria del libro, premonitoria de su día señalado, instalada en Adeje, para curiosear entre las ediciones y comprar de paso algún ejemplar. Ni qué decir del ventarrón que hube de soportar, que puso en peligro evidente todos los puestos de venta, rápidamente reforzados con unas cubiertas presuntamente impermeables para sobrellevar la lluvia que ya se anunciaba con furibunda actividad. El resto del tiempo se redujo a una circunvalación por el bendito tramo del anillo insular (gracias, don Carlos), con la idea de llegar a la capital para visitar el corazón de la misma en plena apoteosis de diástoles y sístoles; pero no fue así, como ya he dicho, hasta el punto que se hubo de suprimir los actos al aire libre y solo se celebraron los guarecidos bajo techo. Revancha climática que no va a minimizar las intenciones de continuar con las iniciativas municipales, que han conseguido, como he dicho, transformar la apatía generalizada del chicharrero hasta convertirla en una oferta de ocio ciudadano multitudinario, que hace que nuestro Santa Cruz se convierta en un imán coincidente con la estadía de los gigantescos cruceros, que desembarcan miles de turistas curiosos por nuestras avenidas, calles y plazas para adquirir objetos de consumo en los comercios más significativos; o para recorrer nuestros museos históricos más señalados y contemplar el impresionante Teide en Las Cañadas.

No pudo ser, porque el velo de los nubarrones ocultó la cara más atractiva de Selene, cuando se muestra pletórica y capaz de trastornar todos los sentidos sensoriales, por ello es lógico suponer que frustrada por su anonimato, optó por convertirse en aliada del resabiado Cronos, que se sintió durante horas como un renegado vencedor de una batalla virtual, que no real, porque, como hemos argumentado, el calendario tiene muchas más fechas para tener en cuenta y construir ese paraíso en que se transforma cada fin de semana, o primer domingo del mes, en que el consistorio se echa a la calle, con su alcalde a la cabeza, para mostrar la bondades de una ciudad histórica, construida al filo de la mar, que diría nuestro recordado Padrón Albornoz. Ahora lo único que procede es homenajear a la coqueta reina de las mareas en una cena con espectáculo incluido, y reunir al comité de honores y distinciones para otorgarle el nombre de "Selelunio" a la celebración claramente femenina de la musa de todos los poetas, que ven en ella un factor de rotunda inspiración para la ciudad, que tantos merecimientos ha adquirido a lo largo de su historia, porque la expresión "Waterlunio" quizás sea más apetecida por quienes la carecen desde siempre.

jcvmonteverde@hotmail.com