Podemos quedarnos sólo con las cifras que una y otra vez golpean la retina de toda la sociedad. Pero tenemos que ir más allá para encontrar que la pobreza infantil es la consecuencia más cruel de unas reformas que se vienen recetando desde unos gobiernos que ven la realidad como si oyeran llover. Así pasen ocho o 25 años, según en qué gobierno nos fijemos, según sean Rajoy y los suyos o Clavijo y su coalición.

Esta última semana hemos recibido el enésimo informe de la vergüenza, esta vez de una institución tan poco partidista como es Unicef, donde se describe una cruda realidad que no es más que la consecuencia de la acción política de estas dos administraciones que tienen ese denominador común que es el aumento de la desigualdad social. El porcentaje de niños en riesgo de exclusión social se eleva hasta el 41%, lo que sitúa a Canarias como la comunidad autónoma a la cabeza de la desigualdad infantil en España, con casi 10 puntos por encima de la media nacional, que es del 32,9%, y casi el doble que en la Unión Europea. Ahí no acaba la cosa: la advertencia que se realiza desde Unicef, sobre el porcentaje de niños y niñas menores de dos años matriculados en el primer ciclo de Educación Infantil -solo un 12 por ciento, 22 puntos por debajo de la media estatal-, revela que no hay acción política.

Hasta los informes encargados por el Gobierno Clavijo -Informe sobre la situación de la Infancia y la Familia en Canarias, que comienza con un proverbio africano clarificador: "para criar y educar a un niño hace falta la tribu entera"-, le dicen en la cara cosas que le pondrían colorado a más de uno: la atención a las niñas y niños canarios de 0 a 3 años «presenta importantes debilidades» provocadas por la falta de recursos, "con una escasa oferta de plazas que es insuficiente para atender la demanda de las familias y las necesidades socioeducativas de la sociedad canaria". Mientras, Clavijo presentaba a bombo y platillo la primera obra de su Fdcan: la remodelación de una plaza.

Como podemos ver día a día, no se trata de que estemos teniendo mala suerte o que el azar opera para que los niños sean cada vez más pobres y que se les dedique menos recursos, haciendo que la desigualdad campe a sus anchas. Se trata de que los gobiernos se crean, o más bien asuman, de una vez los resultados de unas políticas y reformas fallidas que -lo estamos padeciendo-, no solo no sirven para corregir unas brechas, sino que cada vez las hacen más amplias entre unos y otros, como pertinazmente recogen todos los colectivos que analizan la realidad canaria.

Desde el PP se quiso justificar en su momento este crecimiento de las familias pobres con la crisis económica. Sin embargo, esta justificación si leemos o escuchamos a los mismos portavoces ya no cuela después de más de dos años contándonos que la crisis ya es pasado y que habíamos tomado el camino de la recuperación más fulgurante de toda Europa. La tan manida recuperación solo ha servido para que los de siempre vivan mejor y para que la gran mayoría de la ciudadanía siga recogiendo unas migajas inaceptables. Como siempre, otra fábula torticera que no hace falta que una representante socialista como yo desmienta.

Por eso, esas cifras de la vergüenza sobre la extensión de la pobreza infantil merecen un punto y aparte en la acción de unas políticas que no han servido para revertir la situación de casi la mitad de la infancia de las Islas. Así pues merecemos acciones que son posibles, que lo han sido en el pasado y que, por suerte, algunas siguen vigentes dotadas de una visión política sólida y comprometida, resultado del análisis que da estar pisando la realidad que importa. Así se proyectaron y se implantaron los comedores escolares de verano -este será el quinto año de esta iniciativa socialista-, que junto a los talleres de idiomas sirven como medida transversal no solo dirigida a la infancia sino también a las familias.

Desde las administraciones públicas -por eso se llaman así- se tienen que enviar mensajes directos a la sociedad que marquen la diferencia, libres de esos fuegos de artificio que demasiadas veces despista de lo verdaderamente importante. Acciones que no miren al corto plazo y se fijen no sólo en las consecuencias sino también en las causas de una pobreza, la infantil, que es también la de las familias, incluso con empleos, en la era de la precariedad que hace tambalearse ese estado del bienestar que debería ser intocable.

*Diputada nacional del PSOE por Santa Cruz de Tenerife