En el primer encuentro con su pintura advertí que, además de responder a las amplias claves generacionales y de buscar y construir universos propios, cargaba, de buen modo y sin esfuerzo aparente, con un nutrido e ilustre equipaje de historia, que es el pasado con valores e intereses vivos que avalan el presente y son los sólidos cimientos del futuro. En esa disposición, y en todas las técnicas, su obra es consecuente con los cambios significativos registrados en la economía, la política y la cultura que nos afectan y, paralelamente, formula propuestas renovadoras que, nacidas de su fecunda imaginación, son también y en el mismo intento, admiradas cómplices de felices y misteriosos momentos de la estética de occidente.

Las inquietudes y compromisos de Ciro Romero Manrique de Lara, un inquieto creador del joven siglo XX, exigen nuevas y nítidas formas de comunicación, con decidida voluntad de estilo que, sin perder ideas y acentos personales, admita estímulos indirectos -destellos brillantes y contrastes rotundos- de artistas adelantados a sus coordenadas espacio-temporales y que tuvieron, por tanto, la virtud, la valentía, la gloria o el infierno, el estigma, en fin, de los profetas.

Con esas pistas recorrimos su exposición retrospectiva del Círculo de Amistad -cuarenta obras realizadas en los últimos quince años-, que nos acercan a su peripecia vital y plástica a través de dibujos anatómicos, carboncillos de rudo trazo con pulsión escultórica; aguafuertes, xilografías y litografías de asuntos variados y pulcra solución; óleos diluidos donde el trato delicado resalta la épica de los eternos vencidos en migraciones y alegatos pacifistas; un teorema, vocacionalmente infinito, sobre las edades del árbol, que puede leerse como un homenaje al paisajismo romántico; las andanzas y peripecias dramáticas o cómicas, siempre humanas, de los animales y plantas. Y, con auténtico carácter de revelación, una apuesta osada que integra las arquitecturas y los monumentos conocidos, los poderosos tópicos, símbolos de la ciudad en entornos nuevos, atraídos a su mundo o reinterpretados a su real gana, soñados o deconstruidos, liberados, en cualquier caso, de la presión de la costumbre. Un hallazgo seriamente trabajado y un camino nuevo, de inmensas posibilidades.