Leila Slimani es una escritora marroquí afincada en Francia que fue galardonada con el premio Goncourt de 2016 y autora de "Sexo y mentiras. La vida sexual en Marruecos". El libro tiene 217 páginas, por tanto alguna decena menos que el voto particular del magistrado disidente del tribunal de La Manada.

El libro de Slimani es de entrevistas y radiografía la sociedad marroquí a través del sexo y, en particular, del cuerpo de la mujer, y la enorme frustración que aqueja a la mujer y sociedad marroquíes. Al ser entrevistas y enorme la talla narrativa de la escritora, no ha debido serle difícil abordar esas 217 páginas sobre un tema que le interesaba, es lacerante y merecía ser testimoniado. Al magistrado disidente sus 250 folios de voto particular han tenido que resultarle más enjundiosos y complicados que a la escritora, sobre la problemática del consentimiento en derecho penal, la presunción de inocencia, la valoración procesal de declaraciones sucesivas distintas, de un solo caso (ha habido casos similares recientes, curiosamente), sin aportar absolutamente nada sobre la sexualidad española, que mantiene similares índices a nuestro entorno. España no es Marruecos. La situación de la mujer tampoco, pero no es algo que pueda ser entendido por el nuevo feminismo hispano, aguerrido, exaltado, avasallador: la nueva gran cuña de bestial irracionalismo, la desenvainada espada inquisidora-puritana de temple castrador. (Lacan: ¡Resucita!). Slimani conoce también Francia, donde vive. No existen diferencias apreciables con España en materia sexual. Tampoco en su regulación legal. Lo único endémico son los estallidos emocionales, el odio soliviantado, los rugidos de furia, las avalanchas de la turba ávida de linchamiento, el millón de firmas para despedir magistrados, dos mil psicólogos de casuística oída, la sed de venganza, la cobardía de políticos y medios. El bum del irracionalismo y la caza.

Este magistrado ha defendido el honor, compromiso y deber de su función, con indomable coraje, y racionalidad y análisis crítico encomiables, siendo objeto de persecución furibunda. Este magistrado es el que niega el mismo concepto de manada, de animalidad e instinto ciego, al rendir homenaje a la razón y la convicción personal profunda: sí, moral. No a los aullidos de la manada encolerizada, o el plegamiento a lo aconsejable. Conciencia individual y valentía aún existen. 250 páginas que todos se han negado a leer, siquiera una línea, no vaya a enfriar el ritual de cacería. La turbamulta parte de deseos incompatibles con la averiguación, cualquier tipo de garantía y técnica jurídica, y el resultado esforzado de la civilización.