El secretario general de los socialistas canarios, Ángel Víctor Torres, anda el hombre que parece tener una disociación de la personalidad. Como si fuera el doctor Jeckill y Mr. Hyde. Por las mañanas defiende las tesis de que Gran Canaria soporta un insufrible desequilibrio de inversiones en favor de Tenerife y por las tardes abandera la causa socialista de la solidaria región canaria. Es decir, como el que está mojado y seco al mismo tiempo.

Por azar o por necesidad, los socialistas grancanarios parecen derivar hacia la complicidad con las estrategias políticas que está lanzando Antonio Morales. El presidente del Cabildo de Gran Canaria insufla en esta aburrida autonomía un vibrante discurso patriótico basado en el expolio de los recursos de su isla. O sea, que Tenerife se lo está llevando crudo. Mientras tanto, en otro frente que es el mismo, Nueva Canarias abandera la tarea de reformar el sistema electoral de las Islas, dándole un escaño más a la provincia de Las Palmas y creando nueve diputados para las dos islas mayores, con el propósito de darle una patada en el culo a Coalición Canaria, que lleva gobernando la región desde que Franco era corneta. O Morales alcalde de Agüimes. O Rodríguez Fraga de Adeje. Yo qué sé: mucho tiempo.

Los argumentos de Morales van calando en su isla. Los logros sociales -como la capitalidad o la universidad- se plantean como "conquistas" políticas de las que se siente una nostálgica añoranza bélica. La autonomía que llegó con la democracia se entiende como una superestructura controlada por los chicharreros, que han colonizado la administración con gente nacida en esta isla y que barren constantemente para su casa. Y, por lo tanto, lo que procede es que todo el mundo ponga los cuernitos al sol, con la partida de nacimiento en la boca, para ir viendo la cosa.

Todo esto, y otros similares delirios, se está diciendo mientras Ángel Víctor Torres duerme placenteramente a la sombra del almendro de Morales. Y mientras, los socialistas tinerfeños guardan un silencio político que se vuelve cada vez más incómodo. Que la figura política de Morales, que es un crack, se agigante día tras día y que arrastre tras de sí a los socialistas de Las Palmas, tiene su aplastante lógica. Lo que carece de ella es que en Tenerife a los socialistas les haya comido la lengua el gato. El mismo felino tal vez que se tragó la lengua y el cerebro de Coalición Canaria, cuya fantasmal presencia como partido político en esta isla -que se supone que mangonea tanto- es más inexistente que nunca. Y ya ni les hablo del PP tinerfeño, de cuya existencia cabría solicitar pruebas científicas al programa espacial de búsqueda de vida inteligente dentro o fuera del planeta.

La silenciosa siesta de Tenerife, en donde nadie dice nada de todo esto, no es el sueño de los justos, sino el de los toletes. Debe ser, por tanto, que los pueblos tienen los representantes que se merecen.