Paquito es un niño fuerte, buen estudiante y, en sus ratos libres, un golfete de los que hacen gracia. Vive en el Norte de la Isla, en una vivienda de protección oficial por la que tanto lucharon sus padres en la época en las que sorteaban los pisos entre los contribuyentes de menos recursos que veían en la suerte el agua que calma los campos. Él no elige cuando se pone enfermo, pero cuando cualquier dolencia o proceso le afecta, se convierte en uno de los miles de niños de la comarca que tienen que desplazarse hasta la zona metropolitana para ser atendidos con retraso en el Hospital Universitario de Canarias, un ejemplo más de la mala gestión de la sanidad que organizan los que tú sí elegiste. Sin pediatra y desatendidos por la Administración Pública, que no es capaz de resolver una problemática que decoran con promesas que no se cumplen. Tú pagas a quienes ponen en riesgo la salud por falta de planificación, falta de prioridad o, simple y llanamente, desidia. Somos los padres e hijos de aquellas personas que se pasan esperando "algo" toda la vida y mientras tanto se conforman o se acostumbran a lo que hay. Nos merecemos algo mejor, más dignidad que una promesa, más que una reunión y algo más que una foto en el Parlamento. Somos los espectadores en el famoso aeródromo de "Casablanca", donde están Louis, Rick, Ilsa y Víctor. Y los dos últimos acaban subiendo al avión que los llevará lejos de Casablanca, lejos de las promesas que daban al Norte para encontrar una solución al servicio de Urgencias pediátricas. Somos también Villar del Río, un pequeño y tranquilo pueblo que recibía con esperanza la noticia de la inminente visita de un comité del Plan Marshall para la reconstrucción de Europa que nunca llegó; nos quedamos con la misma cara que nos pintó García Berlanga en "Bienvenido, Míster Marshall" a la espera de una solución para atender a los niños que no pueden acudir a su hospital más cercano para ser atendidos. Nos quieren convertir en la parodia devastadora de la acción política más inaudita, en la sátira sorprendente de nuestra realidad. Ciudadanos de tercera en una sociedad de segunda mientras el agravio comparativo respecto a otras zonas de la Isla es manifiesto. El Norte continúa en su letargo, en una gaveta que siguen sin abrir y duerme en los cajones de las administraciones.