Las reglas de ortografía son importantes. Una coma mal puesta es una tragedia, porque no es lo mismo decir "te deseo buenos días" -que es un amable saludo mañanero- que decir "te deseo, buenos días", que sería la expresión de dos deseos, uno de ellos de tipo sexual y probablemente muy inapropiado con los tiempos que corren.

Debe ser lo que le pasó al alcalde de La Guancha, quien sostiene que en su currículum hay un fallo estrepitoso a causa de una ene que se cayó del texto. En vez de doctorado en Ciencias Químicas era -y es-, en realidad, "doctorando" en Ciencias Químicas. Es decir, que está en trámite de obtener un doctorado que aún no posee. Le pasó como al diputado Antonio Ríos Rosas, allá por el siglo XIX, al que despertó un colega echándole en cara que estaba dormido, a lo que contestó que no, que estaba durmiendo. "¿Y no es lo mismo?" le dijo el otro. A lo que contestó que no, que no es lo mismo estar bebido que estar bebiendo.

Antonio Hernández, el alcalde popular, estaba doctorando que no es lo mismo que doctorado. El asunto tampoco es para colgarle del palo mayor de la política contemporánea. Pero vivimos unos tiempos crueles donde un pequeño resbalón -o una ene- te puede promocionar a convertirte en una mala noticia. Y si no te andas con cuidado, puede arruinarse una carrera política.

La moda por descubrir los fallos y falsos oropeles en los currículos de nuestros políticos está en plena efervescencia y no deja de sumar víctimas. En Ingenio, el primer teniente de alcalde y responsable del PSOE local ha sido derribado de su cargo por un título de médico que se ha planteado que puede no tener. De momento parece que es cierto, porque abandonó su cargo municipal y ha desaparecido de la faz de la tierra. Y por el Parlamento de Canarias hay medios que andan pasando la lupa para descubrir si algunos han soplado en el globo de sus méritos para hacerlos más voluminosos de lo que realmente son.

Esta obsesión por hacerse más importantes, sobre la base de supuestos méritos académicos inexistentes, es tan inútil como incomprensible. La gente que vota está menos preocupada por la formación de sus representantes que por su competencia y su honradez. Esta no es una sofocracia -aquel gobierno platónico de los más sabios-, sino una democracia en la que cualquier ciudadano puede llegar a lo más alto, como un actor de cine a la Presidencia de los Estados Unidos.

El "big crash" de la fulgurante estrella de Cristina Cifuentes, apuntillada por el vídeo del hurto menor en un supermercado, fue como sangre que cayó a un mar plagado de tiburones. El asunto está investigado por un juez, que además escudriña también el máster de Pablo Casado y ha pedido -¡oh cielos!- todos los títulos expedidos por la universidad madrileña. Más de uno estará sudando.