Del plátano de Canarias se ha escrito ya la intemerata. Es el sector de éxito de nuestra agricultura, aunque siga viviendo con esa maravillosa muleta de unas ayudas europeas que cada año riegan con millones algunas de nuestras miles de fanegadas.

Hablar hoy de los empresarios canarios del sector platanero es un ejercicio de romanticismo. Porque en realidad ya no son tan canarios. La mayor empresa de distribución y comercialización de plátanos de España está en Madrid, en manos de empresarios de las Islas en sociedad con peninsulares y con una de las mayores multinacionales fruteras del mundo, Fyffes. Es verdad que los productores están aquí, pero son el primer eslabón de la cadena de un negocio que es mucho mayor y que no está en sus manos.

En estos días estamos hablando de cómo impedir que las subvenciones del 75% al transporte aéreo de viajeros acaben en la cuenta de resultados de las compañías aéreas. Se trata de impedir que por un lado suban las ayudas y por el otro suba el precio de los billetes, porque entonces estaríamos haciendo un pan como unas tortas y el dinero se desviaría hacia los márgenes de beneficio. Las autoridades se preocupan mucho de que no exista eso que se llama "pull" de empresas: es decir, que las cuatro o cinco que operan en un sector se pongan de acuerdo para eliminar la competencia, pactando precios que les benefician a ellas y perjudican a los usuarios.

En el tema del plátano se da un fenómeno paranormal. Cuando aumenta la cantidad de producto en el mercado, las patronales ordenan la destrucción de grandes cantidades de fruta: eso que se denomina "pica". Se trata de conseguir retirar de la comercialización una cantidad importante de plátano de tal manera que los precios no caigan por la abundancia del producto. Esa medida perjudica a los consumidores, que tienen que pagar más por un bien de consumo que podrían haber comprado más barato. Y eso lo hacemos los canarios, que nos pasamos la vida quejándonos de los precios abusivos en el transporte de viajeros y mercancías. Fantástico, ¿verdad?

El consumo de banana centroamericana en el mercado peninsular ha crecido en los últimos años. Y como resulta que la banana la comercializan esos empresarios canarios en Madrid -con su socio multinacional- sería legítimo pensar que cuando se retira plátano producido en Canarias de los mercados, a lo mejor, quién sabe, tal vez, acaso, la banana se encuentra en mejor posición para su venta. Y como los márgenes de beneficio de la venta de la banana, a lo mejor, quién sabe, tal vez, acaso, sean mayores que los del plátano, estaríamos hablando de un negocio redondo.

Todo esto, por supuesto, al pequeño platanero canario se la refanfinfla. Él está a lo suyo: cargando piñas, desflorando plátanos y cobrando el kilo a unos céntimos que le permiten malvivir año tras año. Ellos no saben lo que cuesta viajar a Madrid. Ni lo sabrán nunca. Amén.