Se puede vivir sin amor. Malamente, pero sin amor. Hablo de no compartir la vida con otra persona, del cariño unido al proyecto de un gran pedazo de nuestra vida. No hablo de personas que tras un divorcio no quieren saber más de uniones sentimentales ni de quien no encuentra una persona a su medida. Estoy haciendo referencia a alguien que sin ninguna frustración aparente ha decidido que no necesita el amor de pareja, sino que cuando necesita sexo calma su calentura de burdel en burdel. Y es que conozco amigos así. Pero si a mí me parece de lo más peregrino, es su estructura de vida. No engaña a nadie, no se compromete con nadie, trabaja como una bestia y cuando le apetece se da sus homenajes. La mayoría de individuos con los que cohabitamos, y yo mismo, sueña con llegar a casa y compartir con alguien, de alguna manera, sus logros y sus miserias: ser escuchado, ser asesorado, ser entendido. Pero este no. Y claro, esto puesto sobre una mesa de debate logra que te asalten mil preguntas, muchas de ellas estúpidas, o no. ¿Para qué quieres una pareja? ¿A qué pareja te llevarías de viaje si pudieras?...

Y si cada vez hay más "singles", a la misma velocidad hay más páginas en internet donde estos puedan encontrar parejas estables. Con todo lo relativo que esto conlleva. Pero vivir "solo" no es una buena opción. Hasta para trepar una gran montaña, los escaladores necesitan a otro que lo sobrepase y en ocasiones le lance una cuerda y lo ayude. En los grandes problemas el ser humano suele necesitar estar acompañado, y lo deseable es una gran amiga (o amigo) con el que tenga maravillosos momentos de cama. En cualquier caso, alguien que sea mucho más que el resto. Pero para toda una generación el cuento ha cambiado, y es que desde que el sexo se volvió fácil, el amor se volvió difícil.

@JC_Alberto