Hechos aislados -como sostiene el Partido Popular- o no, (aún quedan casos pendientes de juzgar) los acontecimientos de esta última semana -detención del exministro Eduardo Zaplana y sentencia sobre la trama Gürtel- deben llevar al PP a realizar una profunda reflexión sobre lo ocurrido en el grupo conservador desde su refundación, allá por el año 1989, hasta ahora. No es suficiente con pedir perdón y mantenerse de perfil mientras por las puertas de los juzgados van pasando dirigentes, afiliados y simpatizantes del partido acusados de corrupción. El nivel de putrefacción es tal que la Audiencia Nacional atribuye al PP la puesta en marcha de un "sistema de corrupción institucional a través de mecanismos de manipulación de la contratación pública", a la vez que pone en entredicho la credibilidad del propio presidente del Gobierno y líder de la organización popular. Ha llegado la hora de intervenir decididamente y amputar, sin más excusas, aquellas partes que amenazan con gangrenar todo el PP. De no ser así, deberán abandonar las instituciones más pronto que tarde, pues no es de recibo que el partido que gobierna España y que recauda y gestiona los impuestos de los españoles sea el mismo que ha sido condenado por tener una caja B y beneficiarse del cobro de comisiones ilegales. Llegados a este punto, la principal duda es si Mariano Rajoy debe encabezar la labor de regeneración o es necesario su relevo. Desde luego, el papel desempeñado en los momentos más críticos y su tibieza para cortar de raíz cualquier atisbo de corrupción no lo avalan. Quizás el PP debe buscar un sustituto que esté dispuesto a realizar la verdadera catarsis del partido sin más miramientos.

La sentencia del caso Gürtel puso a funcionar de forma inmediata la maquinaria de todos los partidos y, sin apenas tiempo para digerir su contenido, el líder del PSOE registró en el Congreso una moción de censura contra Mariano Rajoy. La rapidez con la que Pedro Sánchez dio la orden, incluso antes de reunir a su propia Ejecutiva, hacen sospechar que detrás de tanta premura, más que "recuperar la dignidad del país", está la intención del líder socialista de aprovechar la situación para recobrar el protagonismo político perdido en favor de otras formaciones como Ciudadanos o Podemos. De entrada, se lanzó al ruedo sin conocer los apoyos con los que cuenta y con muchas posibilidades de que su iniciativa fracase. Nada que objetar si esta actuación no afectara a la estabilidad del país y al bienestar de los españoles. Al igual que en otras ocasiones, urge hacer un llamamiento a las distintas organizaciones políticas para que prime el interés general sobre los réditos particulares de cada una de ellas. No se puede poner en duda la gravedad de la sentencia del caso Gürtel e incluso que aún queda conocer, por ejemplo, lo que digan los tribunales de los papeles de Bárcenas. Pero ojo, no vaya a ser que los árboles no dejen ver el bosque y el remedio sea peor que la enfermedad. Antes de lanzarse al ruedo en solitario, conviene elaborar un programa de gobierno que cuente con suficiente respaldo parlamentario y que no embarque al país a una aventura de vacilaciones. Es el momento de tener altura de miras y buscar lo mejor para todos los españoles.