No se podía esperar más a ese gramo de decencia que muchos pensábamos que habitaba en la calle Génova. Era imposible. Allí la dignidad, no tanto la del propio partido, sino la de un Gobierno que representaba a un Estado, no estaba ni se la esperaba. Y este país no merecía arrastrarse por el lodo de la corrupción más tiempo, no sólo dentro de nuestras fronteras, sino también dentro de la Unión Europea. Hasta aquí ha llegado la década de corrupción del PP, y con él, la del expresidente Rajoy.

No deja de ser una buena noticia de la que nos alegramos mucho que el Estado español mantenga aún una cierta independencia para que sus instituciones, las judiciales en este caso, y no sin algunos obstáculos, puedan defender el Estado de Derecho. Lo que no puede evitar la justicia lamentablemente es el tremendo bochorno que produce la actitud y las acciones de un partido para el que vale todo con tal de seguir en el poder. Contribuyó el PP así a debilitar hasta el límite que ya no puede soportar un país que quiere cambiar de conversación ya. El mutis ya definitivo anunciado por el propio Rajoy es la consecuencia más lógica de un nuevo impulso de país que quiere dejar atrás todo lo que ha emponzoñado el todavía presidente del Partido Popular.

El PSOE no ha sido valiente. Ha sido coherente en la esencia que siempre ha tenido de defender al Estado por encima de otras cuestiones o cálculos electoralistas. Estamos muy orgullosos de usar la Constitución precisamente para defender a todos y cada uno de los ciudadanos de este país que quieren cambiar esa conversación. Se lo debemos para que el Estado pueda imponer de nuevo un criterio razonable, legal y, sobre todo, ejemplar para que España sea un mejor lugar y es ahí donde cabe el cambio radical de las prioridades de un Gobierno nuevo que convocará elecciones, pero no sin antes volver a hablar el lenguaje de los españoles.

Hasta los votantes del PP estarán de acuerdo en que este país merece un nuevo acuerdo de cómo hacer las cosas. De hacerlas bien por supuesto, ya sea un partido u otro el que gane unas elecciones que convocaremos cuando este país ya sólo hable de lo que tiene que hablar: de su ciudadanía. Vamos a dejar atrás por fin la indignidad que ha colmatado la política española en la última década. Se trata de un paso adelante que certifica que el PSOE es un partido de Estado que antepone la salud democrática de nuestro país a su propia hoja de ruta, que hasta la sentencia del caso Gürtel era hacer una oposición firme y responsable. Hacer una oposición seria también es dar un paso adelante y retratarnos al lado de un país formado por más de 46 millones de personas que quieren que se hable de ellos. Nunca más de un PP corrupto e indigno.