En la Licenciatura de Filosofía , entre otras asignaturas, está la de Filosofía Política, que en el tiempo que anduve por la Universidad lagunera la impartía Pablo Ródenas. Intuíamos, sin llegar a traspasar sus linderos, que nos serviría para dirigirnos al escenario de la política, para desmembrarla hasta situarla en el más puro esqueleto. Nos produjo cierta curiosidad, a la vez que desazón, porque aunque la filosofía le daba la mano a la política en el escenario de la teoría, cuando nos acercábamos a la tensión entre la razón teórica y la razón practica ese dualismo no era fácil de resolver y más llevándolo al campo de la evidencia, donde se desgastan los conceptos de filosofía y política haciendo que cada uno se viera obligado a ir por su lado.

Nos indujo a pensar, y sigo estando en el mismo escenario, que a la política no le es necesaria la filosofía; la política se conduce por vericuetos extraños que muchas veces, tal vez, se necesite el acompañamiento de la psiquiatría para comprender comportamientos políticos que se escapan de la razón, que se escudan en la tramoya de los conciliábulos y de las martingalas que luego ofertan a los que están en el patio de butacas contemplando escenas que no vienen a cuento, fabulaciones intempestivas y discursos encerrados en el circulo de la insolvencia intelectual y política.

Y es que la Filosofía Política, en definitiva, y ya situándonos en el plano de la practica académica, estudia los fundamentos acerca de temas políticos, como el poder, la libertad, la justicia; en realidad se refiere a una perspectiva, a una ética, una creencia o actividad especifica que debe tener la política remarcada en el pensamiento, para desde el convencimiento de cada cual poder verificar comportamientos y exigencias, y sobre todo, resultados que se puedan ejecutar si redundan en beneficio o no de la colectividad.

Habíamos sacado la conclusión, guiados por el profesor Pablo Ródenas, que la Filosofía Política es una disciplina imposible, "las relaciones entre la política y la filosofía no eran buenas". Y continúan más o menos igual. Debatíamos qué serian unas relaciones en crisis porque la filosofía de ninguna manera podría aceptar a la política sin someterla a una exigente critica e ir "contra la política desde la política".

Y en esas estamos. La política es la teoría de la acción, los confines de lo político son inconmensurables y no tiene horizonte alguno donde verse reflejado porque tendría que ser un elemento de reflexión cotidiana entendible, donde los cauces por donde discurre sea posible desenmarañarlos, descartarlos con el método que cualquiera quiera poner en práctica para evitar, sobre todo, que conduzca a la estupefacción, el desencanto y al desasosiego o, como diría el filosofo Zigmunt Bauman, a una "modernidad liquida".

Lo que motiva la incredibilidad social es que existe la misma cantinela sobre los políticos confundiéndolos con la actividad política, y así, en este galimatías, efectivamente, la Filosofía Política poco tiene que hacer como no sea que nos sirva de recordatorio y tal vez nos motive la nostalgia, aunque para algunos se pueda tener la esperanza de que sea, algún día, una "indisciplina posible".