Nos parece preocupante la situación que se está produciendo actualmente con la parte positiva del Régimen Específico de Abastecimiento, el REA (la que permite importar insumos para agricultores y ganaderos, como la papa de semilla o el alimento animal, y no la de productos como la carne o el queso importados con subvención, con efectos negativos). Con toda la razón del mundo, nuestros ganaderos lo han defendido, desde la perspectiva de que estas ayudas de la UE hagan competitiva la actividad ganadera en las Islas, dadas las dificultades que impone la geografía para el desarrollo de esta actividad: pastos, topografía, insularidad, atomización impuesta por el territorio, etc., etc.

Pedro Molina (qdep), y otros ganaderos, lucharon por conseguir una prestación económica que acercara los costes de producción en las Islas a otros territorios comunitarios. Las autoridades europeas le pusieron nombre y apellidos, metiendo dentro del REA recursos económicos para alimentar de manera complementaria nuestra ganadería, conjuntamente con otros apoyos más discutibles, dirigidos a financiar la importación de productos lácteos y cárnicos de la UE, o de terceros países con arancel cero. En cualquier caso, el apoyo para importar forrajes y cereales para la alimentación animal ha contribuido a que tengamos una respetable actividad ganadera en las Islas, que aporta una importante partida en carne, leche, huevos… actividad que propicia que tengamos una cabaña que nos hace menos dependientes del exterior, que anima a la agricultura con aporte de materia orgánica para nuestros campos, no siendo menos importante el papel que juega la ganadería en el poblamiento del interior de las Islas, siendo en muchos casos gestores del medio rural, cuando participamos en la estabulación y el pastoreo, algo básico en la prevención de incendios forestales.

El problema principal con la importación apoyada vía REA es que, en apenas cinco meses del año, se ha consumido el total del presupuesto destinado anualmente a reducir el precio al ganadero de productos como la alfalfa, el raigrás, el millo o la avena, lo que puede suponer una fuerte subida de los precios del alimento a partir de ahora. Las razones tienen que ver con procesos de acaparamiento, insolidaridad y un mal uso de la ayuda.

Espero que el Gobierno de Canarias ponga orden en el tema, es decir, que las ayudas lleguen a todos los ganaderos de manera proporcional a la actividad que realizan, y que estas no se queden en manos de "espabilados", como leemos en la prensa.

Queremos que las autoridades comunitarias y las canarias velen porque dicho instrumento y su aplicación siga cumpliendo con un papel social de solidaridad con un territorio poco afortunado para la ganadería; que entiendan que hemos de castigar todo tipo de fraude o adulteración de un compromiso solidario con un territorio y un pueblo agradecido. Con tal modelo, que ha favorecido la potenciación de la cabaña ganadera en Canarias, haciéndonos menos dependientes del exterior, fomentando y anclando en el Archipiélago una cultura del ayer comprometida con el futuro, como de hecho ponen de manifiesto las granjas de gallinas, cerdos, pollos, cabras y vacunos, etc., qué decir del queso, huevos, leche, etc.

La incorporación de jóvenes a la ganadería es otra lectura que tenemos que hacer. La nueva ley del suelo, la potenciación y diversificación de la agricultura ecológica, tienen que ver con la actividad ganadera. La sostenibilidad de una agricultura más solidaria con el medioambiente requiere ganaderos, pastores y agricultores. La alimentación de la ganadería también demanda pastos y forrajes de nuestro medio rural, cama para los animales de nuestros montes, a la que hemos de incorporar tanto ramas verdes como pastos en entornos forestales, como la limpieza y pastoreo en los cortafuegos.

Los fríos y duros datos de lo ocurrido en el presente año requieren una intervención de los responsables políticos, que corten tal situación con solidaridad y transferencia. Espero que tal tema lo resolvamos en casa, por el bien de la sociedad canaria, y por la solvencia de un pueblo serio, que hace un buen uso de los recursos públicos.