El pasado año en un bar de Santa Mónica unos mejicanos me preguntaron de dónde era -el español de España en California canta mucho-, dije que español y a continuación me preguntaron si era del Barcelona o del Madrid. Contesté que no era de ninguno, que no seguía el fútbol y callé algo que el cien por cien de mis paisanos hubieran añadido presuntuosos: que era del Bilbao (fui). Aunque pensé que de haberlo dicho no hubieran tenido ni remota idea de quiénes eran los Leones de San Mamés. Son solo prehistoria española.

La inmensa mayoría de mis familiares y amigos eran socios del Athletic de Bilbao, donde es forma religiosa. El icono sagrado de la ciudad: el tótem, de hecho el león es animal totémico.

El Athletic fue un equipo eminentemente franquista, no hay más que ver como prosperó con el Caudillo. A la Copa del Generalísimo le debe haber accedido a la leyenda de (ex) equipo copero. Eran bastantes los bares de Bilbao que tenían la fotografía de Franco entregando la copa al capitán del equipo. Los bilbaínos se desplazaban masivamente a las finales del Bernabéu, escuchaban respetuosamente el himno español y aplaudían al Athletic y a Franco.

De las muchas sorpresas que me deparó la Transición, una fue la afloración como setas de conversos vascos. Era joven y nos conocíamos todos, por eso de súbito (supino) asistía a una metamorfosis que sepultaba la de Kafka. A alguien que no conozca el lugar y la época puede parecerle extraño, pero en el bilbaíno prevalecía su condición bilbaína antes que vasca: distante y sin encarnadura. La identificación era por ejemplo con las "bilbainadas" ("Desde Santurce a Bilbao", etc.) en castellano y lo castizo mitificado que venía de antiguo; no con Ez Dok Amairu, equivalente en vasco a la Nova Cançó.

Este equipo al que solo cabe augurar un definitivo futuro de máxima ramplonería y mediocridad, acaba de rubricar su tránsito del franquismo al nacionalismo étnico: esa tenue línea. Ya antes se vino ameritando al no guardar nunca un minuto de silencio por los asesinados por la guadaña vasca. El tótem, como eje de la tribu, estaba exigido por un pueblo gregario: de cuadrillas, sociedades gastronómicas, manifestaciones donde rozarse; disuelto en lo orgánico, unísono y sin individualidad, hecho masa.

Este equipo, ya caducado, se ha sumado al "derecho a decidir" del Gobierno vasco que es la traducción "adulta" e hiperbólica de las pataletas de los niños, que no conciben límites a nada.