El otro día, en una de nuestras playas, una pareja heterosexual musulmana daba un espectáculo bochornoso ante los que allí tomaban el sol. Madres, padres, niños, niñas, jóvenes, y jóvenas, como les encantaría que se admitiera decir por la RAE a muchos de los que me voy a referir. Ella, con un solajero de mil demonios, iba vestida de saco, él paseaba de lo más ligero de ropa. Ella cargaba con una nevera portátil, una sombrilla y dos grandes bolsas que no la dejaban mantenerse en pie mientras él no portaba nada. Si algo se le caía a ella, su pareja le daba una patada. Y lo digo, porque una de las conocidas que presenció el bochorno lo grabó en vídeo y lo he presenciado. Estoy cansado de ver la farsa que representa un amplio colectivo que defiende la igualdad entre géneros y a la misma vez impulsa que en nuestra tierra se puedan instalar miembros de civilizaciones que son mucho peor que la nuestra. Porque gran parte de la musulmana es mucho peor. Que ahora mismo recuerde, no hay un solo país demócrata que sea musulmán.

Las peores (y los peores) machistas las tenemos entre nosotros, y son los que defienden una cosa y la contraria al mismo tiempo. Hay musulmanes que esclavizan a sus mujeres y que determinada ideología radical y de izquierda, en España, ampara que se puedan establecer en nuestro país con todas sus costumbres radicalmente opuestas a las nuestras. Y si hay musulmanes occidentalizados, la gran mayoría no lo están. Dos homosexuales no pueden ir a Irán si no quieren ser colgados de una grúa; y no digamos una mujer pasear en topless. Pero aquí, en nombre de no sé qué estúpida libertad, nos tenemos que tragar que un musulmán patee ante nuestros críos a una mujer en la playa. ¡Y no me los quiero tragar! Ni a ellos, ni por supuesto a quienes los amparan.

@JC_Alberto