Hay personas que conocemos que siempre hemos pensado que son tipos con suerte. Gente que sortea el abismo y sale indemne. Funambulistas sin necesidad ni oficio que se dedican a jugarse el tipo por gusto, sin una razón en concreto. Y da la impresión de que siempre le ganan las partidas a la fortuna. La creencia en la suerte o no siempre ha sido fuente de debate: desde los griegos, pasando por los romanos y hasta nuestros tiempos, todos creemos que el azar puede ponerse de nuestro lado, y también hay quien se mofa de él. Contaba Mario Moreno, "Cantinflas", que él era un tipo con mucha suerte, pero toda mala. Siendo sincero, yo no creo del todo en la suerte o, mejor explicado, no creo únicamente en la suerte. Más de uno se ha preguntado si en pleno siglo XXI se puede creer seriamente que existe la suerte. O si es posible que alguien inteligente sostenga con seriedad que la fuerza externa a nuestra conducta y comportamiento es capaz de influir en nuestras vidas significativamente.

Yo hubiera dicho que no. Pero hace años viendo la película "Match Point" de Woody Allen, al comienzo y en un partido de tenis, tras un raquetazo por parte de uno de los contendientes, la pelota toca la red y se queda dando vueltas en el aire. Podía caer para cualquier lado de la red haciendo que ganara el partido cualquiera de los dos jugadores. No dependía de nadie, de nada; y fue entonces cuando empecé a dudar. Y hay varios grupos. En el primero, la mayor parte de los científicos niega la fortuna. El segundo afirma que la suerte existe y que va asociada a actos indemostrables y tradicionales; pongamos por ejemplo pasar por debajo de una escalera o un trébol de cuatro hojas. Y existe una tercera que dice que sí existe y nos afecta, pero hay que actuar sobre ella para conseguir según qué resultados. Crear buena suerte es crear buenas circunstancias para que las cosas ocurran. Y esta es la alternativa que tipos como nosotros intentamos agarrar con fuerza, ¿o no? En cualquier caso, buenos días y buena suerte.

@JC_Alberto