El otro día se montó una pelotera a las puertas del Real Casino de Tenerife, cuando un policía nacional de paisano intentó acceder a las instalaciones en bermudas durante un acto; vestimenta que está prohibida en sus estatutos hasta para sus propios socios. Los conserjes le advirtieron del asunto y parece que el interfecto tiró de placa pidiendo los estatutos y armando un desagradable jaleo. Pronto aparecieron cuatro policías nacionales de servicio más y dos policías locales alertados por el primero. Después de los conserjes se personó en la puerta la gerente, Raquel Gutiérrez, una de las mejores personas y más diligentes que tiene la institución, para intentar hacer entender la normativa de una institución privada a los policías. La cosa se puso tan fea cuando los agentes exigieron los estatutos que se personó en la puerta el presidente y abogado, Miguel Cabrera Pérez-Camacho, quien en un tono de seguridad absoluta les trasladó a los incisivos e intimidatorios agentes cuál era la ley y qué era lo que esta decía.

En aquel momento y con llamadas al más alto nivel por medio, los agentes salieron del Casino. ¿Pero qué es lo que ha pasado en realidad? Pues parece que el primer agente, el de paisano, era familiar de un coro que actuaba y al no poder entrar la lio. El casino lleva ya años abriendo al público en general sus instalaciones para que disfruten de las actividades que sufragan sus socios a título particular. Y el éxito es cada vez mayor, pero claro, no todo el que acude conoce su normativa ni cómo debe presentarse a según qué acto y dónde. Y va a tener que ser menester por parte de la institución advertir de ciertas normas en las invitaciones o promociones para evitar asuntos tan desagradables a la par que anecdóticos; cosa que no tendría otra lectura que el verdadero triunfo de la generosidad del Casino en la apertura de sus puertas a todos los vecinos de Santa Cruz, sean socios o no. Y yo no soy socio.

@JC_Alberto