La "lingüistización" de la vida política nunca hasta ahora había mostrado mayor ambición (la judicialización no es más que un caso/fase de la política), los signos lingüísticos, los significantes, centran todo el interés en detrimento de la argumentación y la trabazón racional de los discursos. Los significantes han alcanzado un óptimo estatus litúrgico/lisérgico. La política ha pasado a ser un territorio disuelto en formalizaciones lingüísticas, ancladas tanto en el principio de identidad, A=A, como en el de contradicción, A no es B: "lo que no es SÍ, es totalmente NO", sin poesía que valga. El entonces aspirante Sánchez, como una persona a la que hubieran programado el cerebro, mascullaba animoso y luego contrito lo de "no es no". Ecuación lógica con la que discernía si se trataba de algo tautológico o apodíctico. O ambos. Aunque así refutara a Wittgenstein: A implica un NO-A; lo que justo después ocurrió.

Como ya la argumentación, persuasión racional, análisis y crítica han perdido todo valor, ahora la política bajo el dominio de los políticos peor dotados de la democracia, de caja torácica progresista, han sucumbido al sentimentalismo y a tanto amor que apenas consiguen contener. Saben que los significantes lo son todo, sucintos autos de fe, anatemas de inmensa carga moral e intencional; todo el mundo sabe que los "recortes" son amputaciones reincidentes; "neoliberal": opción no socialdemócrata; "globalización": quema de cosechas; "reforma laboral": justicia socio-sindical "a la espalda". El significante abole la significación, solo simboliza emocionalmente.

De todas formas el mayor furor lingüístico corre a cargo del feminismo más docente y creativo. La suya es representación auto regalada y voraz, actúan en nombre del género femenino entero ¡qué inclusivas! ¿Y enemigas, adversas, hartas, indiferentes? Descargan su hybris en ingeniería social y modelado pedagógico, avaladas por su pensamiento-pancarta, filosofía-lema (que no filosofemas), rezos, para alumbrar así a la mujer y hombre nuevos. Que ellas tutelarían con gobiernos progresistas, teniendo los demás que aprender la inaugurada "neolengua" (Víctor Klemperer, sobre los nazis). Me da que con su arsenal analítico y aparato crítico les va a resultar imposible colonizar la sociedad civil y los mundos de la vida. Al menos en mis tiempos los más garrulos de izquierda tenían a qué agarrarse. Dos manuales: "el Politzer" y "Marta Harnecker". Ahora con pancartas y espray sobra.

El bloque dominante en su demencia acude a legislarles el nuevo español a la RAE y a disciplinar con totalitarismo jamás imaginado, las relaciones íntimas. ¡Cuidado!: ¡Que vienen, que vienen, ssssh, ssssh?!