Dice el refranero que obras son amores y no buenas razones. Algo que los modernos dirían dame pan y déjate de rollos. El presidente del nuevo Gobierno, Pedro Sánchez, mostró en el Congreso de los Diputados el mayor interés por cumplir los compromisos de Madrid con Canarias, pero lo dejó todo al albur incierto de las negociaciones de la administración de las islas con cada uno de los ministros. O sea, ahí te las compongas. Y no es eso.

El nuevo ejecutivo socialista está impelido por una serie de urgencias. Una de ellas es conseguir más recursos económicos para poner en marcha algunas acciones estratégicas. Todo el dinero que se puedan ahorrar será bienvenido para este objetivo. Sánchez va a hacer algunas cosas relevantes, como la reforma de la administración pública aplicando criterios de productividad "porque no todo el mundo trabaja igual", un proyecto en el que está trabajando el exministro Jordi Sevilla y que sería un cambio histórico en la vida pública de este país. Pero además quiere meterse en otros charcos. Unos son de gran calado político, como un nuevo acuerdo con Cataluña para otorgarle más autogobierno a cambio de la renuncia a la secesión. Otros, como mejorar y garantizar el sistema de pensiones, necesita de mucho dinero público.

Lo que tiene previsto el Gobierno es aumentar la recaudación con nuevos impuestos. Por ejemplo, a la venta electrónica -Amazon, Aliexpress- poniendo un mínimo del 15% en el impuesto de sociedades que pagan -mejor dicho, que no pagan- las grandes empresas, destapando cotizaciones a la Seguridad Social o calzándole un impuesto a la banca, entre otras cargas. Casi todas estas medidas van a suponer un encarecimiento de la vida para los ciudadanos, a los que se repercutirán estas nuevas figuras tributarias.

Pero además de recaudar más, Sánchez necesita cumplir los objetivos de déficit ante la Unión Europea. O sea, gastar menos. Por eso ha renunciado a negociar por ahora el sistema de financiación autonómica. Porque sabe que meterse en ese berenjenal le puede dejar sin plumas y cacareando. La política territorial del nuevo Gobierno se basa en sus alianzas con el PNV vasco y con los independentistas catalanes. Y con estos dos aliados forzosos la política será tender puentes que a la larga siempre se hacen con dinero. Pasta por paz.

Los demás territorios se van a mover en un escenario diferente. Y el de Canarias no pinta bien. La moda de aprobar los presupuestos bien entrado el año hace que se asignen fondos que al final no se van a poder ejecutar en el ejercicio. Con ese argumento, es posible que desde los ministerios se le aplique a Canarias una rebaja en sus expectativas en convenios como el de carreteras o del de obras hidráulicas, que han pasado de estar a punto de ser firmados a vivir en un limbo en el que nadie sabe ni cuándo ni por cuánto se van a firmar. Hemos perdido fuerza en Madrid y eso se nota.