Ante algunos comentarios en la red, y fuera de ella, tratándome de periodista (el último el de "Sionax" el pasado día 14 a las 18:18) me veo en la necesidad de aclarar que yo no soy periodista. Periodista es el que ha estudiado la carrera a tal fin y se ha licenciado o doctorado. Y además la ejerce conforme a la deontología que dicha profesión requiere. Le tengo mucho respeto a la misma como para adornarme, o que me adornen, con plumas que no merezco.

En tanto que profesionalmente no soy otra cosa que maestro industrial electricista por la Escuela de Maestría Industrial de Madrid, corriendo el año 1959. Eso sí, nº 1 de mi promoción. Y ello me trae a la necesidad de mostrar mi agradecimiento a algo bueno del régimen franquista, antes de que esta manifestación me implique ir al trullo o algún calabozo de comisaría por ensalzamiento, que por ahí va a ir la ley.

Nací bajo los bombardeos de las fuerzas "nacionales" sobre Madrid. Me crié en la absoluta precariedad de posguerra en el seno de una familia cuyo sustento venía del esfuerzo de mi padre tirando de un carro, cual si de un mulo se tratase, desde la estación de Atocha a donde hubiere de llevar los bultos de los viajeros. "Mozo de cuerda" se llamaba aquella "profesión".

En esas circunstancias estudié "párvulos" y Primaria en un colegio público. Y luego Formación Profesional en la Escuela de Orientación Profesional de Vallecas, Madrid, en donde también fui primero de mi promoción como oficial electricista. Y por ello, el "Régimen" costeó la continuación de mi formación durante seis meses en la empresa que elegí: AEG. Y aquella formación profesional y humanista que recibí, además de la educación cívica-contestaria por parte de mis padres, me llevó hasta ser campeón internacional de mi especialidad en los concursos profesionales de 1956. Y por ello fui agasajado en el Senado. Y fui obsequiado con unas vacaciones en el campamento Francisco Franco en Sada, La Coruña, que duraron dos días. Lo que tardaron en ver que no cantaba el "Cara al Sol" y que no estaba dispuesto a simular que lo cantaba. Y mi libertad no se vio constreñida ni violentamente amenazada. Simplemente, de buenas maneras, me invitaron a abandonar el campamento y pagaron el viaje de vuelta a Madrid. A lo mejor contaba con alguna fortuna por ser un contestatario "free lance". Seguir siéndolo sí me ha costado algún problema ya en democracia, cuando el partido político en que militaba incumplía reiteradamente lo que mandaba (y manda) la última frase del artículo 6 de la Constitución. Esa que la señora ministra portavoz del Gobierno dice ahora que hay que "feminizar". Atendiendo a la forma gramatical, la Constitución ya es femenina, lo determina el artículo que le da ese carácter: "la".