Siempre fue una acción compleja y delicada en cualquier circunstancia en un idioma tan rico y prolijo como el castellano; y mucho más cuando la aplicamos en la práctica o, si lo quieren, técnica política, porque visto lo visto y cuanto nos queda por ver, hablar de ciencia es un despropósito o, como dijo Russell, una frustración, una estulticia o una amarga ironía.

En esta plana legislatura se aprobó, con una previsible y nada convincente disidencia, la bien llamada Ley de las Islas Verdes, norma que permitirá el desarrollo turístico a tres territorios, privados de ese motor de desarrollo y víctimas paradójicas de una moratoria de broma que solo se aplicó en El Hierro, La Gomera y La Palma, donde no se movía el negocio.

La norma dio plenas competencias a los cabildos en un asunto tan pertinente como fomentar alternativas concretas, respetuosas con sus paisajes, compatibles con sus particulares economías y complementarias del sector primario en caída libre por las libertades comerciales y la lucha desigual contra sistemas de ayudas tan confusos como el REA que sirven, principalmente, a sus discretos y conocidos beneficiarios.

Días atrás y para extender inversiones a Lanzarote y Fuerteventura, en el Congreso de los Diputados se enmendó el apelativo de Islas Verdes por el de Islas No Capitalinas, que así, en frío, huele al más rancio centralismo, tanto como el título tan perverso de Islas Periféricas.

Perviven los vicios de lenguaje porque responden a una realidad dudosa porque, detrás de la futura reforma electoral, que rompe la bienintencionada e ingeniosa triple paridad, también están las islas orientales; la vía de los dineros que, lógicamente, engorda la demografía, las colocó en el pelotón de las capitalinas, en la cola sí, pero con ellas.

En esa tesitura, y ante los sospechosos augurios del futuro inmediato, parece coherente que las Islas Verdes -es decir, sus representantes políticos y sus electores- compartieran, además de las problemáticas y las carencias, las aspiraciones y estrategias para defender sus singularidades dentro de sus partidos y en las instituciones cuya composición presenta muchas incógnitas en la futura primavera.