Algo de ello debe ocurrirles a quienes toman posesión del Palacio de la Moncloa tras mantener dura lucha electoral (no es el caso del actual inquilino del lugar) y, previa designación como candidato por el rey, el Congreso le otorga la condición de presidente del Gobierno.

El 31 de julio de 1985 publicaba en Jornada Deportiva un artículo que titulé "Me siento rejuvenecer". Decía: "Ahora me siento transportado, al menos, a mis años 20, al ver cómo la familia presidencial disfruta sus vacaciones en el yate ''Azor'', como lo hiciera el anterior jefe de Estado y su esposa que, miren que casualidad, también se llamaba Carmen". A la sazón, era don Felipe González el que, desdiciéndose de los mensajes de "igualdad" que habíamos expandido por doquier en nuestra campaña de 1982, venía a comportarse en la forma que tanto habíamos denostado. No acertaba yo a comprender, hasta que leí "Rebelión en la granja", de Orwell, que en saboreando las mieles del poder "hay unos más iguales que otros"; y esto mismo se lo oí a don Felipe González en alguna ocasión.

Corriendo el mes de abril de 1988 nos enterábamos de que el entonces vicepresidente del Gobierno, don Alfonso Guerra, hacía uso de un avión de la fuerza aérea (un Mister) para salvar un atasco de tráfico entre España y Portugal, en donde había pasado las vacaciones de Semana Santa. Y nos enteramos, por ello, de que siendo vicepresidente del Gobierno había estado de vacaciones en tanto que el presidente, don Felipe González, también lo estaba y que sí conocíamos.

Ahora, recientemente, don Pedro Sánchez, a la sazón presidente del Gobierno, se cogía un avión de la fuerza aérea (un Falcon) para acudir a un concierto en Benicasin. Y ante la crítica a tal hecho, la vicepresidenta del Gobierno, doña Carmen Calvo (la misma que siendo ministra con Rodríguez Zapatero largó aquello de "el dinero público no es de nadie") dijo que el presidente tenía el concierto en su agenda nocturna.

El Palacio de la Moncloa debe precisar de una desinfección porque se me hace que hay algún virus disolutivo de los principios que se pregonan antes de ser inquilino (incluidos los acólitos) de aquel lugar. Claro que también puede ser que como marxistas de Groucho vengan a entender que si unos principios no placen, se saquen otros. No era esto, no, aquel socialismo por el que muchos luchamos y nos comprometimos. Hay que ser muy comedido y austero para saborear las mieles del poder.