Es la expresión de júbilo que me sale de lo más hondo, motivada por un hecho: el concierto de órgano que disfruté el pasado día 22 de julio en el Auditorio de Tenerife Adán Martín. Disipó mis pesares de que la Parca me llevase sin volver a escucharlo tras la audición del 9 de mayo de 2015. A ello me refería el 6 de enero del año en curso dado el tiempo transcurrido sin que se hubiera programado otro concierto con aquel majestuoso instrumento. Y el tiempo llegó. Y lo hizo de la mano de una programación (Nova Ars Organorum) dirigida por nuestra entusiasta y acendrada musicóloga doña Rosario Álvarez. Deseo reconocer también, por su participación, a don José Luis Rivero, en tanto que responsable de la actividad del Auditorio. Cuando hay que agradecer o reconocer alguna actuación, debe hacerse; tanto más si se ha vertido alguna crítica al efecto en otro momento.

La audición, que en su interpretación estuvo a cargo de don Juan de la Rubia, fue sencillamente magnífica, sacando todos los registros posibles del imponente órgano que la sociedad tinerfeña tiene en aquel recinto. Con obras abarcando el espectro temporal de los siglos XVIII al XX, desde Bach a Tournemire, pasando por Mendelsshon y Guilmant, para concluir con una improvisación del propio organista sobre una pequeña frase de nuestro acervo musical canario. Todo un lujo.

La felicidad, ese "estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien", estuvo en mí durante todo el concierto y aún después. Y creo que también, a juzgar por la efusión de aplausos, de los asistentes puestos en pie. Este joven organista, que nació poco más o menos cuando yo estaba comprometido en tratar de llevar al PSOE al Gobierno en 1982 (joven, contemplado desde mi longeva atalaya), lo es de la Basílica de la Sagrada Familia (monumental obra concebida por Gaudí y todavía en proceso de construcción). Este organista, al que únicamente había escuchado en Radio Clásica, fue capaz, con su interpretación sobre la consola de nuestro órgano, de provocar en mí aquel estado de ánimo. Y por todo ello expreso mi más profundo agradecimiento a doña Rosario Álvarez, a don Juan de la Rubia y a don José Luis Rivero.

El 1 de diciembre tenemos programado otro concierto del instrumento rey en nuestro Auditorio. Si Dios quiere estaré allí, como tantos otros aficionados, para gozar con la interpretación de don Daniel Oyarzabal. Que no se pierdan las mañas y podamos seguir disfrutando con este monumental órgano de, al menos, dos conciertos al año en el futuro.