Durante estas vacaciones he tenido la suerte de poder observar durante varios días a muchas familias, había todo tipo de ejemplos, desde el inicio hasta el crepúsculo de la vida. He observado esas parejas con embarazos, con bebés, con niños, a los niños jugando, a los adolescentes en grupos, a los jóvenes que venían a pasar unos días con sus padres... he observado y escuchado cada tipo de familia, parejas jóvenes, separadas, parejas de años, nuevas familias reconstituidas... era curioso e interesante escuchar a cada grupo familiar y la idiosincrasia de cada uno. En particular observaba el papel que juegan los hijos en cada una de ellas y la variedad de estilos de relación que se crean en función del estilo educativo que se ejerza. Además, es interesante cómo la relación de la edad va cambiando a medida que crecen, tan intensa de pequeños y tan distante en la adolescencia, para después crear un equilibrio en los jóvenes universitarios o ya con sus primeros empleos. Vuelven al hogar a pasar unas vacaciones con los suyos, es un valor muy cotizado. He charlado con diferentes padres y con algunos jóvenes y mientras interactúan con ellos, veo a esos pequeños correteando y juzgando por ahí, con otros padres, cada cual con su historia, pero todas grandes historias. Me encanta ver cómo una familia que he conocido tiene la suerte de tener a unos hijos, educados, estudiosos, trabajadores, y que vienen de fuera para poder disfrutar unos días de sus padres, a los que adoran. Qué bonito, ¿no?. Pero entras en su historia y ves y escuchas el sacrificio de toda una vida por y para ellos, dedicándoles tiempo, pero también educando, con cariño y rectitud, y pensé ¡qué afortunados! eso significa que ¡se puede!

¿Dónde estará el truco?

A parte de las cualidades innatas que traen nuestros hijos, nuestra labor como padres es mejorarlas y moldearlas, ¿no?

Si analizamos la evolución de esa crianza, vemos cómo en el embarazo hay sueños, expectativas, ilusiones. Aún no conocemos a nuestros hijos, y no sabemos cómo son, pero nos imaginamos lo mejor... No es hasta el nacimiento que empezamos a conocerlos, día a día, año a año, vamos viendo sus evolución y nos damos cuenta de sus capacidades, vemos en esos pequeños cuerpos el proyecto de adultos que tenemos por delante, el cual ya viene demostrando su carácter y sus particularidades. Algunos nos lo podrán muy fácil y otros, no tanto. Ahí vienen los problemas, cuando no nos lo ponen fácil... nos tocará tener grandes dosis de paciencia y ahínco para no dejar pasar las cosas y seguir luchando por ese hijo hasta que esté encaminado y con la madurez que nos deje dormir tranquilos. Entonces recapacitas y ves que el estilo de educación es muy importante y, como dije antes, observando estos días la variedad que tenía delante, me doy cuenta de cómo hay una tendencia de estilo educativo muy permisivo y con gran escasez de falta de normas y límites para con los hijos. Veo niños que se permiten "mal" contestar a sus padres. No hablo de adolescentes, hablo de niños de seis o siete años, dando repuestas que en nuestra época hubiesen sido castigo seguro, aunque quizás tampoco se nos hubiese ocurrido. Veo niños que están por encima de los adultos, ya no sus padres, otros incluso que van por la calle. Veo jóvenes que en restaurantes se les trata como a niños pequeños, menús infantiles y sin inculcar normas en la mesa. Y pienso, si a estas generaciones no se les educa en lo básico , el respeto, las normas, los valores, el esfuerzo... ¿qué consecuencias va a tener?

Vienen generaciones flojas, jóvenes que lo tienen todo y no respetan nada. No son todos así , pero sí una gran mayoría. Y es fácil verlo teniendo delante a todos lo ejemplos de todas las edades y dándome cuenta de cómo los padres actúan con ellos.

Observar a los pequeños es bonito, cómo interactúan es curioso, pero lo que prima es que todos saben lo que quieren, lo que les gusta y lo que no, y ahí están o deberían estar sus padres moldeando cada comportamiento, premiando las buenas respuestas y corrigiendo las que no lo son, y ahí es donde se ve la diferencia, los que no lo hacen, los que no educan, los que no están, aún estando presentes.

Dejar pasar porque son pequeños es un gran error, tampoco se trata de ser ogros, ¡por Dios!, pero educar siempre, dejar pasar tiene consecuencias, y dejar pasar muchas, a esos peques, les enseña mal. Cuando después el adulto pide buena conducta, es tarde, ya aprendió e intentará salirse con la suya. Hay que recordar que saben lo que quieren desde pequeños, no saben que algo es malo hasta que se les enseña, y, si no se les enseña... lo harán siempre como algo normal.

Educar es complicado y vivimos en una sociedad donde todos los adultos vamos a mil por hora, con poco tiempo y mucho estrés. Los hijos de alguna manera se están criando medio solos, sin figuras que estén tan presentes en su vida, y cuando lo están, se sienten muy cansados para estar reprendiendo, y por un rato que se está con ellos, se deja pasar. Hay que replantarse todo esto, hay algo que se hace mal, o nos cansamos menos y nos centramos más en lo que sí es importante o tendremos consecuencias negativas con nuestros hijos a la larga. Ellos necesitan de nosotros, aunque parezca que no, necesitan una guía, necesitan cariño y necesitan atención, siempre. Es por eso, que cuando veamos a esos pequeños, veamos al adulto que va a ser -que por verlo pequeño no significa que cambie con la edad-, la edad lo hará madurar, madura el cerebro, pero eso no lo hace ser responsable, ni educado, ni con valores, si no se han inculcado... se estimula a través del sacrifico, del esfuerzo, y de la educación. ¿Y quién da eso? Pues nosotros, los padres... reflexionemos un poco sobre todo esto, quizás no es nuestro caso o quizás sí, pero pensemos cómo lo hacemos, ¿podríamos hacerlo mejor?... ¿podríamos ayudar mejor a nuestros hijos?

* Psicóloga y terapeuta.

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