Los lectores de EL DÍA -139.000- contamos con el privilegio de poder leer en sus páginas las colaboraciones de Antonio-Pedro Tejera Reyes. Bajo el título genérico de "El turismo que viene, a examen", con una asiduidad digna de envidia, sus consideraciones sobre tan controvertido tema entiendo que son dignas de tener en cuenta "por quien corresponda". Su experiencia en ese campo es amplísima y contrastada en todos los medios internacionales que lo tratan, con la ventaja además de que la ofrece -he tenido ocasión de conversar con él en un par de reuniones de Los Hidalgos de Nivaria- sin recabar nada a cambio; solo hace falta escucharle.

Viene lo anterior a cuento al comprobar el desasosiego que experimentan desde hace unos meses los responsables -políticos y particulares- del bienestar de la principal "industria" del Archipiélago. Las razones son evidentes -el descenso del número de visitantes- y fácilmente contrastables por los que viven del sector. Lo que me sorprende, sin embargo, es el amplio despliegue que la noticia ha recibido en todos los medios de difusión, como si no fuera algo que más pronto o más tarde tendría que producirse. La caótica situación que han vivido los países mediterráneos a lo largo de los últimos años no podía prolongarse en el tiempo; ni tampoco la nuestra, ilusionados por el utópico brillo de una situación no provocada por nosotros sino por otros.

Lo dicho puede hacer pensar a mis lectores que estoy en contra de este alud de visitantes que hemos estado recibiendo. Nada más lejos de mi intención, pero sí me gustaría que no se nos considerara en el sector que trato en este artículo como ''aves carroñeras'', siempre dispuestas a aprovecharse de las sobras. Por fortuna, quienes dirigen en las islas el turismo no son de ese pelaje, pero por eso mismo no deberían sorprenderse ante lo que está pasando. Incluso me atrevería a decir que la situación creada ha venido a todos bien, pues debe indicarnos el camino que tendríamos que seguir. Cito un ejemplo: ¿por qué ese empeño en promocionar nuestras bellezas naturales, el clima, la benignidad y claridad de nuestro mar en países extranjeros? Ojo, no digo que no sean necesarias -aunque quizá sí la parafernalia que rodea a las ferias-, pero creo que si se ofreciera al turismo peninsular y de las islas las ventajas que disfruta el europeo recuperaríamos gran parte de los visitantes perdidos.

Es tiempo de cambios -como los que se están produciendo en el estamento político mundial-, y estos deben ser asumidos por personas que conozcan, como se dice en nuestro entorno, el percal. En un momento tan crucial para nuestros intereses, la aportación de nuevas ideas -sin duda alguna ya puestas en práctica en otros países- nos permitiría recuperar parte del espacio perdido. No se trata solo de potenciar las playas o de limpiar de plásticos su entorno y el de los montes. Esto lo hacen ya -y ponen todo su empeño en ello- las autoridades-. De lo que se trata es de potenciar nuestra actitud de acogida, en la que, vale la pena decirlo, mucho se ha ganado: se valora más un buen servicio que una comida. Y ofrecer a quienes nos visitan, además, motivos para que sean ellos mismos nuestros mejores propagandistas.

Por eso, y retomo lo expresado en el primer párrafo, necesitamos la colaboración de personas como Tejera Reyes, sus consejos y conocimientos. ¿Se cuenta con él? Antiguamente existía un Patronato de Turismo -igual existe todavía-, pero me da la impresión de que quien maneja ahora todo el cotarro es la consejería de Turismo del Cabildo, que lo hace muy bien, pero en estos casos no es bueno el chovinismo.